domingo, 4 de agosto de 2013

AÑO JUBILAR SANTIAGUISTA EN PLIEGO


Dentro de las conmemoraciones religiosas tradicionales, se encuentran las celebraciones de años jubilares, que en últimamente han proliferado por doquier con apoyo episcopal. Tales jubileos vienen a plantear durante un tiempo la conveniencia de peregrinación al lugar del jubileo, en que tras la práctica religiosa determinada (oir Misa, confesión, y donación económica) se propone “ganar el jubileo”, que conlleva el logro de indulgencias que reducen o condonan las penas del pecado.
Sin embargo, la práctica de las indulgencias eclesiásticas, no sólo se plantearon históricamente con una finalidad recaudatoria para acometer la ingente empresa eclesial de construcción de catedrales, y demás templos eclesiásticos, y además teológicamente pronto tuvieron la –más que razonable contestación de Lutero y del mundo de la reforma protestante-, en cuanto a su difícil encaje evangélico de las mismas. Además que con ello, la jerarquía eclesiástica le viene a quitar el puesto al mismo Dios, tarifando una especie de perdón del pecado a través de unos ritos eclesiásticos y el pago de limosnas canjeables por el prometido logro del perdón que conllevaría el acceso a las promesas celestiales.
Tales prácticas, que muchos no ven justificadas evangélicamente, sino que por el contrario, pudiera recordar el mismo “pecado de simonía” (o negocio de oficios sagrados), que viene denunciado claramente en la Biblia, además pudieran dar una errónea interpretación de la vida de fe cristiana, pues se utiliza arteramente la idea evangélica de misericordia divina para el perdón de los pecados, sobre el medio de unos requisitos rituales y económicos, que se alejan de la auténtica conversión de corazón que es la que se deduce en los testimonios de Cristo como adecuada para ganar el perdón de los pecados, por la misericordia de Dios, que contempla en el interior del hombre el arrepentimiento y la conversión de corazón, y lo abraza como al hijo pródigo que vuelve a la Casa del Padre.
Por consiguiente, no se entiende del todo bien, en nuestro tiempo –especialmente tras el Concilio Vaticano II-, que se siga manteniendo y haciendo hincapié por parte de la Iglesia oficial en prácticas jubilares (de práctica medieval, ya criticada por los motivos expuestos), en vez de emprender una auténtica evangelización adaptada a los tiempos actuales de la Iglesia, que ha girado hacia las fuentes evangélicas (desde el Concilio Vaticano II), y mucho menos que se siga apelando al apóstol Santiago, como a su orden militar medieval en lucha contra el musulmán.
Si la Iglesia quiere poner en práctica el auténtico mandamiento cristiano del “amor fraterno”, habría de empezar también por desarrollar las tesis ecuménicas que hicieron fortuna en el fenómeno conciliar Vaticano II, respecto de lo cual, los últimos pontífices (Juan Pablo II y Benedicto XVI) llevaron a la práctica eventos ecuménicos de oración en Asís, en recuerdo de la actitud de San Francisco de respeto y acogida de toda persona, fuera cual fuera su religión.

Así pues, contemplamos este nuevo año jubilar de forma un tanto artificial en el ámbito pastoral, que se añade a otros que se vienen celebrando de forma habitual en la diócesis de Cartagena en los últimos años, y de los que algunos llegan a pensar que su sentido auténtico, más que pastoral, responde a una apelación a las tradiciones del lugar para lograr ingresos extraordinarios a la Iglesia local.

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