domingo, 3 de noviembre de 2013

EL PERNICIOSO PAGANISMO DE HALLOWEEN


Un año más ha aflorado la extendida celebración de la fiesta de Haloween en nuestras comunidades, que se va introduciendo como un ingenuo e inocuo divertimento entre nuestros pequeños y jóvenes, sin que realmente se conozca el auténtico sentido pagano, y hasta diabólico que dicha festividad tiene en su contexto original.
Se importó a los EEUU por inmigrantes de origen irlandés, como una festividad pagana de la cultura celta, que hacía referencia a la muerte, al esoterismo, la brujería y el mundo de las tinieblas, que se instauró en la víspera de la fiesta cristiana de todos los santos como antagonismo a la visión cristiana de la muerte, la santidad, la esperanza de la resurrección y la vida eterna.
Por consiguiente, para un cristiano es algo contrario a su fe, de una cultura ajena a la suya, y de una significación muy distinta al fenómeno humano de la muerte, que mientras al cristiano –que espera en Cristo- espera en El la resurrección y la vida eterna, una nueva vida en que se hará plenitud el Reino de Dios (de justicia, de paz, fraternidad y bien); el pagano que trata de negar la fe cristiana, aprovecha la festividad de Haloween para exaltar el mundo de las tinieblas, de la muerte, e incluso del mal, con una estética ad hoc que refleja el regodeo en lo tenebroso, lo abyecto.
Incluso, por los “hijos de las tinieblas” se ha hecho reserva de esta fecha, para promover esa cultura de la muerte, de la desesperanza y del mal, frente a la cultura cristiana de la vida, de la esperanza de la resurrección y el bien. Y así, se concitan todos los 31 de octubre para la reedición de ritos esotéricos, mágicos y diabólicos, de invocación a la muerte y al mal. Pues tal es la significación real, que tiene esta estética y celebración de Haloween en la actualidad por parte de grupos marginales esotéricos y diabólicos, en lo que representa una escenografía diabólica, conforme a una actitud de vida violenta y malvada, que cualquier persona de bien, sea cristiana o no, debería rechazar, y sobre todo rehuir.
Pero sin embargo, como si de cualquier carnaval se tratara, se ha ido introduciendo esta cultura lejana en nuestras sociedades, entre nuestros vecinos y amigos, que inocentemente se prestan –por imitación, a petición de los pequeños o jóvenes- a colaborar en la celebración de esta festividad estéticamente repulsiva, que lejos de ser una mera diversión ocasional de tipo carnavalesco, representa una significación contraria a nuestra cultura, a nuestros valores sociales e incluso a nuestra fe (cristiana, islámica, judía, etc.), o sea a cualquier fe que crea en un Dios providente, misericordioso, Sumo Bien, que propugne valores fraternales de solidaridad y convivencia.

Por consiguiente, si nuestra sociedad, reflexionara mínimamente –más allá del consumismo imitativo de todo lo importado- sobre el alcance y significación real de Haloween, probablemente se extinguiría tan nefasta fiesta, aunque hubiera que cambiarla por otra de cualquier otra índole, de entre las muchas existentes.