sábado, 10 de agosto de 2013

LA CANTADA VUELTA DE CAÑIZARES A ESPAÑA


Se baraja, de fuentes bien  informadas, la próxima vuelta a España del Cardenal Antonio Cañizares, para reemplazar en el arzobispado de Madrid a su hermano en el colegio cardenalicio, Antonio Rouco –que se jubilaría por edad-, de esta forma Cañizares escaparía a la “tijera de Bergoglio” en su pretendida “poda curial”, a la vez que ostentaría los blasones de una importantísima sede arzobispal.
Así al júbilo de la jubilación de Rouco, que en su archidiócesis e incluso al frente de la Conferencia Episcopal ha representado las tesis más conservadoras e inmovilistas de la Iglesia española, al punto de flirtear inconvenientemente con la derecha política, haciendo bloque con ella en su particular batalla moral contra el aborto y los matrimonios homosexuales de la torpe legislatura socialista de Zapatero, aunque sus coyunturales aliados de pancarta cuando accedieron al poder se olvidaron del cardenal Rouco y sus secuaces.
Aunque aquel no parece haber olvidado sus inclinaciones conservadoras a ultranza, manifiestas en un gobierno antipastoral en lo eclesial, y en un atrincheramiento de la derecha política en sus medios de comunicación públicos (la Cope, TV popular y 13 Tv), cuya línea editorial en lo político ignora toda la doctrina social de la Iglesia y se alinea en el bloque neoliberal del denominado “tdt party”.
Por consiguiente el cese del cardenal Rouco –que es doble: tanto en la archidiócesis de Madrid, como al frente de la Conferencia episcopal española-, sería además consecuente con los nuevos tiempos eclesiales anunciados por el Papa Francisco, del que se espera –además de la “poda curial”- un giro en el gobierno eclesial que haga a la Iglesia más coherente para ser creíble, y genere una actitud más pastoral en su clero, consecuente con el evangelio de Cristo.
Pero el relevo de Rouco por Cañizares no nos parece que sea ese cambio esperado, pues este es más de lo mismo, ya que –aunque haya cambiado su lenguaje público últimamente- se le recuerdan sus intervenciones públicas al frente de la archidiócesis de Toledo, de la que marchó a Roma, en forma poco prudente con una invasión del terreno político evidente en defensa de tesis tradicionalistas (baste recordar su anodina afirmación de que “España era un bien moral”, que recordaba lo que unidad de destino en lo universal, y aportaciones por el estilo). Claro que eran otros tiempos eclesiales –que le valieron el pretendido ascenso al capelo cardenalicio, y su acceso a la “Roma curial”).
Su labor en la Curia romana ha sido más que prescindible por exigua y escasamente fértil, ya que no se conoce ninguna novedad doctrinal de su paso al frente de máximo órgano de la liturgia eclesiástica. Como tampoco se le conocen grandes frutos pastorales en sus destinos episcopales de Ávila, Granada y el ansiado primado de Toledo, aunque en el primero auspició la Universidad de Ávila en sus inicios, como apoyó la UCAM murciana dada su amistad personal con Mendoza. Y es que en todos los destinos de Cañizares se traslucía la idea de tránsito, de interinidad, como también parece haberlo sido el de Roma.
Y aunque al Papa Francisco le venga bien quitárselo de encima y darle una airosa salida de la Curia, tal parece un “despeje político”, más que eclesiástico, de un Papa que tanto reivindica la autenticidad, lo pastoral, el servicio y la sencillez; dado que siendo así, no parece que su hombre en Madrid sea Cañizares, aunque astutamente ha cambiado el léxico aparentando aperturismo e imitando al Papa, pues aún tenemos en la memoria a un ceremonioso Cañizares ataviado cual príncipe eclesial como cardenal medieval con una cola de varios metros de larga, para pompa y regocijo humano de Cañizares y sus pelotas.

De ahí que la grey española ande tan confundida que al final no sepa distinguir dónde se encuentran los auténticos lobos si en el aprisco eclesial o fuera de él. Algo que el Papa habría de despejar con la mayor urgencia precisamente por la “cura de almas” que le están confiadas.

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