domingo, 27 de septiembre de 2015
sábado, 26 de septiembre de 2015
EXITOSO PERIPLO MISIONERO Y DIPLOMÁTICO DEL PAPA FRANCISCO
El Papa Francisco ha realizado durante estos días un
importante y complicado periplo por tierras del Cuba y EEUU, dos vecinos
enfrentados, políticamente antagonistas, a los que la labor de la diplomacia
vaticana, encabezada por el Papa Francisco ha reencontrado para el diálogo y la
normalización pacífica de sus relaciones de vecindad.
Ambos
países son paradigmas de los dos grandes modelos político, sociales y
económicos en que el mundo se polarizó a mitad del pasado siglo, donde el
capitalismo y el socialcomunismo se enfrentaban por el dominio del mundo,
generando no pocos conflictos armados, la denominada “guerra fría” y muchas
víctimas en su confrontación de bloques (Este versus Oeste).
Ambos
modelos reflejaban, tratando de ganarse aliados para su respectiva causa, dos cosmovisiones
distintas del mundo, de la sociedad y del hombre, al tiempo que prometían una “arcadia
feliz”, que ninguno propició. Pues si el comunismo era liberticida y
totalitario, el capitalismo era explotador y germen de la injusta codicia
humana.
La
caída del muro de Berlín, el desmoronamiento del bloque comunista de la URSS y
sus satélites (entre ellos Cuba), dejaron camino libre al avance del
capitalismo, cada vez más indisimulado y voraz, que sin freno ni contrapeso se
ha lanzado a la batalla global (a la globalización) para conquistar para sí y
el gran capital todos los mercados mundiales, convirtiendo al ser humano en
mero actor productor y consumidor, al que se le rebajan los logros sociales que
creía haber consolidado.
Así en
este mundo de fracaso de ambos sistemas económico-políticos (el comunista de
forma patente, en tanto que el capitalismo aún mantiene latente el fracaso),
concurre la visita papal a ese lugar del mundo donde el enfrentamiento vecinal
en la sima de estos caducos modelos se hace patente, más allá de un mero
conflicto local. Siendo la valentía y audacia de Francisco el de facilitar el
entendimiento, pero al propio tiempo poner de manifiesto en uno y otro Estado
la necesidad de atender a la persona humana, de los Estados al servicio del
hombre, de humanizar la política y la economía, en definitiva las relaciones
sociales, que tanto se han deshumanizado con el transcurso del tiempo y con
tanto error histórico y enfrentamiento.
Cierto
es que a los dirigentes de la Habana y de Washington le interesaba de Francisco
su mediación para remediar el malestar de mala vecindad, pero el Papa
facilitando el acercamiento ha aprovechado el escenario público y el momento
histórico para abordar la necesidad de confraternizar, de ayudar al pobre, de
atender a los necesitados, en definitiva de proclamar los mensajes evangélicos,
que han resonado como si de nuevo fuera en países socialmente cristianos, aunque
vencidos a una laicidad formal, en un caso y forzada en el otro.
Naturalmente,
esa labor ha tenido que hacerla constreñido al margen limitado de maniobra de
las autoridades políticas castristas, que le han impedido al Papa el encuentro
con la disidencia del país, pero conocido es el pragmatismo de Mons. Bergoglio
para aún en esas circunstancias hacer provechosa su intervención.
Como
provechosa ha sido su presencia en EEUU donde los escándalos de un clero
reprobable habían infligido mucho daño a la Iglesia y a su imagen, pues el Papa
no ha andado con rodeos en la condena de tan abyectos comportamientos, para a
renglón seguido hablar de los valores evangélicos del socorro a la pobreza, del
servicio y de la mutua ayuda, que han retornado a valores evangélicos una
sociedad que se debate entre el fundamentalismo religioso de diverso tipo y el
agnosticismo materialista más indiferente.
Memorable
ha sido el encuentro del Papa con el presidente Obama, como también lo ha sido
su intervención en el Parlamento estadounidense y como resultó ser, finalmente
su alocución ante el Pleno de la Asamblea General de la ONU, donde de nuevo el
Papa dispuso de una privilegiada tribuna para dirigirse a los poderosos de la
Tierra para pedirles solidaridad con los pobres, justicia social, el cese de
los conflictos armados, la ayuda a los refugiados y respeto a la naturaleza
creada por Dios, todo ello de una candente actualidad, ante lo cual, el Papa
Francisco ha revalidado e incrementado el liderazgo moral que viene ejerciendo
mucho más allá del ámbito de la cristiandad, pues no sólo habla con radical
claridad en el ámbito eclesial, sino también en los ámbitos social, político y
económico internacional.
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domingo, 20 de septiembre de 2015
BREVE REFLEXIÓN SOBRE LA PEREGRINACIÓN INTERRELIGIOSA
Autor: Fernando Bermúdez.
Del
30 de agosto al 7 de septiembre participamos en la Peregrinación Interreligiosa
por la Justicia y la Paz, y otro mundo posible, organizada por la
comisión del Diálogo Interreligioso Monástico (DIM).
Participamos
aproximadamente 108 peregrinos, hombres y mujeres, de distintas confesiones
religiosas: católicos, judíos, musulmanes, monjes budistas, un sacerdote “swami” hindú y dirigentes de la Fe Bah´ai, agregándose más tarde una pastora anglicana.
Nos acompañó Don Manuel Barrios, director de relaciones interconfesionales de
la Conferencia Episcopal Española.
Recorrimos
120 kilómetros de peregrinación siguiendo el itinerario del Camino de Santiago
por la provincia de León. Comenzamos en el monasterio benedictino de San Benito
de Sahagún y concluimos en la Cruz de Ferro después de haber participado con
los monjes benedictinos del monasterio Monte Irago en Rabanal del Camino.
En
el monasterio de las Hermanas benedictinas de Santa María de Carbajal, en la
ciudad de León, celebramos un acto ecuménico, con una procesión por el
claustro, presidido por el obispo de la diócesis Don Julián López Martín, quien
dirigió unas palabras a los peregrinos.
Fueron
siete días de convivencia, entendimiento, diálogo, conocimiento mutuo y oración
entre los fieles de las distintas confesiones religiosas. Nos unía la fe en el
único Dios Amor y el compromiso por la justicia y la paz. Comprendimos que la
verdadera religión, sea la que fuere, es la que contribuye a la construcción de
un mundo de paz con justicia y a la fraternidad universal, que es, en
definitiva, la esencia del amor y de toda religión. Comprendimos que la misión
de las religiones es humanizar este mundo porque esta es la voluntad de Dios.
El
diálogo interreligioso es una expresión de la necesidad de que las religiones
se unan al servicio de la humanidad y al cuidado del planeta, “nuestra Casa
común” (Papa Francisco). No habrá paz en el mundo sin paz entre las religiones,
y no habrá paz entre las religiones sin una actitud teológica de diálogo, tal
como lo expresa el Concilio Vaticano II en la Declaración Nostra Aetate.
Nosotros
los cristianos entendemos que el diálogo forma parte de la esencia de nuestra fe. Jesús reveló que Dios mismo es diálogo.
Esta es la verdadera esencia de la Trinidad y cada cristiano debe encarnar en
su vida este diálogo de comunión y de amor entre el Padre, el Hijo y
el Espíritu Santo.
La
diversidad religiosa y cultural es un valor universal. Los pueblos del mundo
están mucho más unidos por su destino común que no divididos por sus diferencias.
El santo papa Juan XXIII decía que nos fijemos más en aquello que nos une que
en lo que nos separa. Estamos necesitados de una nueva visión pluralista para
ver a las religiones como fuente de unión y no de división.
El
diálogo interreligioso no está al margen
de los problemas del mundo. Frente a la creciente exclusión social y desigualdad
que genera el sistema neoliberal, la corrupción, el hambre, las guerras, la
violencia, las migraciones, el flujo de refugiados…
las religiones no pueden permanecer indiferentes. Están llamadas a ser una luz
profética para denunciar esta realidad y señalar otro camino de justicia,
fraternidad y paz, siempre al lado de las víctimas.
En
la peregrinación unas veces caminábamos en silencio, al ritmo de la
respiración, envueltos en una actitud de oración y contemplación del misterio
de Dios. Los valles y montañas que cruzábamos nos invitaban a descubrir las huellas
del Creador en sintonía con el cántico a las criaturas de Francisco de Asís. “Alabado seas mi Señor, en todas tus
criaturas, especialmente por el hermano sol por quien nos das el día y nos
iluminas…”. O el cántico espiritual de Juan de la Cruz. “Mil gracias derramando, pasó por estos
sotos con presura, y yéndolos mirando, con sola su figura vestidos los dejó de su hermosura”. La entrada a los pueblecitos y aldeas nos
motivaba a tararear con gozo en nuestro interior el “laudate omnes gentes, laudate Dominum”.
En
otros momentos de la peregrinación caminábamos compartiendo con los hermanos y
hermanas de las distintas religiones nuestras experiencias de fe y de vida. A mitad de la jornada hacíamos un alto en el
camino para un breve descanso y una oración. Cada día le correspondía a una
religión compartir su fe y dirigir las oraciones y cantos. Y al caer la tarde, los
creyentes de esa religión nos exponían la esencia de su fe.
El
camino nos recuerda que estamos de paso en la historia, que nuestra vida es una
peregrinación, que no debemos atarnos a las cosas, ni siquiera a la propia
institución religiosa, que todo pasa, todo tiene un carácter inmanente,
efímero. Sólo Dios permanece y nos muestra el sentido trascendente de la
existencia humana. Y que lo verdaderamente importante es pasar por el camino de
la vida amando, haciendo el bien y contribuyendo a la construcción de un mundo
más justo y humano, en donde la defensa y el respeto a los Derechos Humanos sea
un principio vital.
En
la peregrinación compartimos las experiencias místicas de los grandes hombres y
mujeres de las distintas religiones. No faltó la memoria de Buda, Abrahán, Moisés, Jesús de Nazaret, María, Francisco de Asís,
Teresa de Jesús, Ibn Ben Arabí, Rumi, Bahá'u'lláh, Gandhi, Carlos de Foucauld, Luther King, Oscar Romero… Fue un don de Dios la toma
de conciencia de que la acción del Espíritu rebasa las fronteras de las
religiones. Es por eso que todas ellas merecen el máximo respeto y veneración,
pues en cada religión hay un destello de la divinidad. Todas son instrumentos
de Dios a la vez que realizaciones humanas.
Comprendimos
que ninguna religión tiene el monopolio de Dios. Él es el Dios de todas las religiones,
el Dios siempre mayor, Misterio trascendente, Espíritu y fuerza cósmica que se
manifiesta en la evolución del universo y en la profundidad de quienes están
abiertos a su inspiración. Él es Yahvé, Adonai, Abba, Alah, el Clemente y
Misericordioso, Padre y Madre, Kajau, Corazón del cielo y de la tierra… Todas las
religiones lo buscan y todas se encuentran con Él en su contexto cultural. Él es la Verdad plena y absoluta.
Si Dios es Amor y fuente de paz, las religiones están llamadas a colocar
por encima de sus dogmas y normas, el amor, la compasión, el perdón, la
reconciliación y la paz. Ni el judaísmo, ni el cristianismo, ni el islán ni
ninguna otra creencia son religiones violentas, aunque hayan tenido
actuaciones violentas a lo largo de la historia. La Biblia, el Corán, el libro de los Vedas…
nos llaman a la fidelidad a Dios y nos revelan a un Dios de Misericordia, de Paz y de Vida plena para toda
humanidad. De ahí brotan los valores ético-religiosos que las distintas
creencias aportan a los comportamientos humanos.
¿Por qué este encuentro interreligioso, macroecuménico, se realizó con una
peregrinación? Porque el camino es un símbolo del itinerario espiritual que
conduce al sentido de la propia vida personal y a la razón de ser de las
religiones y de la historia de la humanidad. Es el camino de la vida en el que todos somos
peregrinos. El caminar del peregrino es un llamado a la conversión, un salir de
sí mismo para abrirse a los otros.
El
caminar es un acercamiento a los valores religiosos de su fe. Por ello los
peregrinos comparten un mismo lenguaje, el de la fe, aunque procedan de
diversas tradiciones religiosas. El
espíritu de fraternidad que se vive mientras se peregrina, la oración y la
reflexión sosegada que se produce en la vida interior del peregrino, promueve
la comunión espiritual y fraterna a la que aspira todo creyente.
El
peregrino en su camino experimenta un encuentro consigo mismo, un viaje a su
interior; un encuentro con los otros, con los hermanos que peregrinan a su
lado; y, sobre todo, se encuentra con el Dios de todos.
Por
lo tanto, el diálogo interreligioso, lejos de debilitar la propia fe, la
robustece y la madura, abriendo horizontes nuevos para su afirmación en un
mundo plural.
La
conclusión a la que llegué es que nos hace falta conocer más a las otras creencias
religiosas, dialogar en un tono fraternal con sus miembros, orar y buscar
juntos el modo de contribuir a que este mundo sea más justo, solidario y pacífico,
fortaleciendo una cultura de paz y de no violencia, fomentando el entendimiento
mutuo, promoviendo la reconciliación y la resolución de conflictos y caminando
hacia una ética universal. Éste es
el gran reto que tenemos los creyentes.
“La paz es fruto de la justicia”, nos dice el
profeta (Is 32,17). “Dichosos los que trabajan por la paz porque serán llamados
hijos de Dios”, nos dice Jesús (Mt 5,9).
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ecumenismo,
encuentro entre religiones.
miércoles, 16 de septiembre de 2015
HAY MILAGROS Mc 7, 31 37 SALOMÉ ARRICIBITA
miércoles, 9 de septiembre de 2015
EL PAPA PONE AL DÍA LOS PROCESOS DE NULIDAD MATRIMONIAL
Recibo con
satisfacción el anuncio de las nuevas medidas que el Papa Francisco ha
dispuesto sobre la reforma de los procesos de nulidad matrimonial, pues no sólo
los dota de mayor racionalidad, eficacia y coherencia evangélica, sino que
desentraña un angosto residuo forense eclesial que no tenía muy buena prensa,
especialmente por su alto costo, sus demoras y por el ejemplo poco edificante
de algunos de sus usuarios más conocidos de entre el famoseo nacional.
Como abogado rotal y como teólogo,
me alegra ver en la Iglesia el retorno del Espíritu de Misericordia, frente a
al espíritu de la ley –siguiendo las tesis de San Pablo y el ejemplo de vida de
Jesús-.
Siempre he tenido para mí la
convicción que muchos de los matrimonios canónicos, desde el punto de vista
canónico, eran nulos, por diverso tipo de razones. Desde la inmadurez de los
contrayentes o alguno de ellos, la falta de asunción de los bienes del
matrimonio, la increencia o falta de fe, de la consideración sacramental del
matrimonio, etc. Y sin embargo, he venido apreciando el número cada vez menor
de católicos separados que recurren a los procesos de nulidad canónica, y sin
embargo hacen uso del divorcio, cuando en realidad podrían estar en supuesto de
nulidad matrimonial, con efectos jurídicos análogos a los del divorcio, y
naturalmente, pudiendo contraer nuevo matrimonio, incluso canónico
(naturalmente, pues al anular un matrimonio, para la Iglesia tal matrimonio
nunca existió, y en consecuencia, no produce efectos).
Tal es así, que incluso se han
llegado a aceptar ciertos trastornos de personalidad como causa de nulidad
matrimonial, lo cual en la práctica supone una apertura importante de criterios
y casos, pues si recordamos la famosa frase de Freud, de que quien no es psicótico es neurótico…,
llegaríamos a una casi generalización de los mismos.
Pero los procesos de nulidad, por su
complejidad, su carácter de jurisdicción eclesiástica, la exigencia de pruebas
al momento de la celebración del matrimonio, la duración y dilación de los
trámites con exigencia de la concurrencia de dos sentencias estimatorias de la
nulidad, hacían de ello un largo, prolijo y costoso procedimiento, que se unía
al dolor de cualquier fracaso matrimonial y su subsiguiente ruptura. Lo cual,
comparativamente con los procesos civiles (más cortos, sencillos y de menor
coste) hacía de estos últimos la elección natural por puro pragmatismo vital,
más que por propias razones de fe. Dado que esta se sometía a tensiones cuando
se apreciaba el burocrático rigor, alto costo e impredecible resultado de la
solución eclesial a su problema humano.
Así las cosas, asumida la vía civil
por la mayoría de los separados –que acaban culminando en soluciones
divorcistas-, el devenir de su existencia les suele llevar a rehacer su vida
con otra persona (en unos casos casándose por lo civil, y en otros uniéndose en
concubinato) lo cual moralmente era tradicionalmente reprobado por la Iglesia,
con medidas a veces de cierta notoriedad pública, como la exclusión de la
comunión de estas personas. Situación ante la cual, estas personas se
encuentran moralmente culpabilizadas, juzgadas y condenadas, por una Iglesia
que se dice Madre y misericordiosa, pero que difícilmente lo ven así estos
hijos circunstancialmente apartados. Además esas personas, que probablemente
han alcanzado la felicidad con su nueva pareja, en su nuevo estado y hayan
tenido hijos de esa nueva unión, acaban por sentirse rechazados, apartándose de
la Iglesia e incluso abandonando la fe, dañados por ese “muro moral” que hemos
construido.
Consiguientemente estos hechos
suelen conllevar un daño directo a los afectados y unos daños colaterales a sus
descendientes y núcleos familiares, que lamentablemente reportan un desafecto
casi patológico ante lo que les ha causado el daño psicológico (que suelen
identificar con la Iglesia, con sus mandatos morales, e incluso con la religión
y la fe), aunque no pocos sigan teniendo su particular fe, su peculiar forma de
relacionarse con el Padre providente.
Por todo ello, parece urgir una
solución a esta situación y a sus consecuencias, que superen dogmatismos,
legalidad, e imponga humanidad, misericordia, perdón, comprensión,
acompañamiento, acogida fraternal, remitiendo el juicio a Dios único juez del
hombre y del mundo.
Es verdad que técnicamente el
problema no es sencillo, que no todos los casos son idénticos, de ahí que la
Iglesia los analice en los procesos matrimoniales, pero no es menos cierto que
estamos en un mundo complejo, y precisamente por eso, la Misericordia está por
encima de la ley, algo que Jesús dejo claro a lo largo de su vida, por lo que
fue criticado por los grupos más religiosos y observantes de su tiempo, pero
enfatizó la ley del amor en su doble dimensión (a Dios y a los hombres).
Sea pues bienvenida esta propuesta
del bondadoso y claro Papa Francisco, y Dios ponga su mano sobre su Iglesia y
la protección sobre todos los hombres. Y como decía el santo de Asís: seamos
instrumentos de paz, de concordia, de amor.
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separación matrimonial.
jueves, 3 de septiembre de 2015
LLEGADA DE LA PATRONA DE MURCIA A LA CIUDAD DEL SEGURA
En la tarde de este jueves de principio de
septiembre, como resulta habitual, la ciudad de Murcia recibe a la Virgen de la
Fuensanta que es trasladada desde su santuario del monte a la Catedral, donde
permanecerá durante las fiestas de feria hasta su conclusión en que retornará
en la tradicional romería a su santuario del monte.
Así
a la hora esperada, en torno a las 19 horas, se ha ido congregando una gran
multitud de murcianos en torno a la iglesia murciana del Carmen hasta el punto
de cortar el tráfico para dar cabida al gentío que se iba reuniendo en torno al
jardín, delante de la iglesia hasta la calle princesa, esquina de torre romo,
por donde apareció la comitiva que acompañaba la imagen de Ntra. Sra. de la
Fuensanta, sobre las 19,30 horas, siendo recibida a su llegada por las primeras
autoridades civiles y militares (alcalde de Murcia y parte del Consistorio
municipal, presidente de la Comunidad Autónoma, así como mandos militares de
aviación y la armada), obispo de la diócesis, cabildo catedralicio y banda de
música con un gran gentío.
Tras
su recibimiento con una lluvia de pétalos de rosas de distintos colores, fue
introducida la imagen en la iglesia del Carmen, donde tras una oración, volvió
a la calle con la comitiva de gente que le venía acompañando desde el monte, a
la que se unían numerosos fieles congregados en las inmediaciones, autoridades
mencionadas y demás séquito que se encaminaron por la plaza de Camachos, puente
de los peligros, glorieta de España, plaza del Cardenal Belluga hasta su
llegada final en la Catedral.
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