jueves, 29 de mayo de 2014

EPÍLOGO A UN VIAJE HISTÓRICO DE FRANCISCO A TIERRA SANTA


El Papa Francisco ha concluido un importantísimo y delicadísimo viaje a Tierra Santa, avanzando en el camino de sus próximos predecesores en la cátedra de Pedro, tratando de buscar el encuentro fraterno entre el cristianismo, el judaísmo y el Islam (religiones del libro, monoteístas, con raíces compartidas), que vienen de una confrontación secular y a veces hasta violenta, en pura contradicción con los buenos deseos que afirman.
Esta posición de la Iglesia empezó a cambiar tras el Concilio Vaticano II, en que se empezó a orientar la teología hacia un ecumenismo y hacia el diálogo interreligioso. Pues realmente era contradictoria tanta división entre los creyentes monoteístas, y entre los mismos cristianos, que había dado lugar históricamente a odios, persecuciones y todo tipo de violencia, incluidas guerras, que resultaba patente el error histórico, además de un escándalo para el mundo.
Un acercamiento, que se hace extremadamente necesario y urgente en Tierra Santa, donde las posiciones de confrontación son más palpables, especialmente por el crónico problema judío-palestino, al que históricamente habría que añadir las acciones bélicas de unas cruzadas que ganó el Islam y que también llevó a un distanciamiento entre la civilización islámica respecto de la cristiana, que se unió al tradicional desencuentro cristiano-judío. Y siendo Tierra Santa, denominada el “quinto Evangelio” por ser el lugar en que las “piedras hablan” de la presencia de Cristo, donde además la convivencia judía-cristiana-islámica es escasa, dándose una simple cohabitación inestable con alta potencialidad de violencia que de vez en cuando se desencadena; la visita del Papa era muy necesaria, para denunciar esta situación, como lo ha hecho, reprobar la violencia, e invitar al encuentro fraterno entre todos (en la consideración de ser “hijos de Dios”, del mismo Dios experimentado y concebido de diversa manera, según la diversa sensibilidad, e historia de cada comunidad creyente –judía, cristiana, e islámica-).
Esas visitas del Papa a la mezquita de Al Acqsa, al muro de las lamentaciones, la imagen del abrazo fraterno (entre el Papa, el rabino judío y el representante musulmán), es todo un ejemplo a imitar de convivencia por el encuentro respetuoso de todos ante todos. Aunque no faltarán los extremistas, que en su ceguera de “ideologismo religioso” (pues cuando la fe pierde la caridad se convierte en mera ideología), de porte fundamentalista, reprobarán esos testimonios. Pero esa ceguera que sigue enfatizando el odio, la diferencia, en definitiva la superioridad (como hicieron los saduceos y fariseos judíos de su tiempo con Cristo), les impide ver la luz del camino fraterno del encuentro con Dios. Lo que no significa renuncia a las propias creencias, ni transacciones artificiales, sino el reconocimiento que las semillas del Verbo están en los hombres justos de buena voluntad, que trabajen por la paz, la justicia y la fraternidad. Recordemos aquello que dijo Jesús de que el que no está contra nosotros, está con nosotros. Pues todos, de esa manera, todos en mayor o menor medida, con más o menos acierto, laboramos por el anhelado Reino de Dios, que se nos dijo que empezaba aquí en la tierra (reino de paz, de libertad, de justicia, de amor).
En el ámbito propiamente ecuménico de diálogo y encuentro entre cristianos, tuvo particular importancia el encuentro con los ortodoxos, representados por el Patriarca Bartolomé, que mostró una delicadeza, hospitalidad y gran disposición al encuentro, que abre puertas a seguir caminando e esa vía. De igual forma, que en Roma empieza ahora un encuentro ecuménico con Iglesias protestantes, a idéntico fin.
Pero en el terreno civil, el Papa tuvo la valentía de denunciar el muro en Belén, de pedir por el derecho del pueblo palestino (tanto en Jordania, como en el encuentro con el líder de la autoridad palestina, y después ante las máximas autoridades israelíes en Tel Aviv), como también pidió perdón y rezó en el museo del holocausto de Jerusalén, y rezó ante la tumba del líder del sinismo, pidiendo paz, y hablando de paz no en términos de transacciones comerciales (tierra por paz, que era el planteamiento judío ante los palestinos), sino en términos de justicia, para lo cual exhortó al diálogo sincero y profundo entre las partes, y en un gesto valiente que le honra y que le hace ganar autoridad moral en el plano internacional, el Papa Francisco ha ofrecido “su casa en el Vaticano” para un encuentro de oración por la paz entre judíos y palestinos, que ha sido aceptado por ambas partes. Poniendo así, el broche de éxito al viaje de Francisco a Tierra Santa, donde ha mostrado su habitual cercanía a las gentes, rechazando coches blindados –pese a arriesgar su seguridad- y cerrados, promoviendo en todo momento el contacto con la gente, como ese espontáneo detenimiento y oración ante el muro en su entrada a Belén –todo un signo de denuncia de la injusticia-; sin que por el contrario se inclinara por ninguna de las partes en conflicto, sino reconociendo a cada uno su justa reivindicación, y denunciando lo impropio de la situación generada tras años de desencuentro y violencia.

Y finalmente, ha dado un espaldarazo a la menguante comunidad cristiana que subsiste, con grandes dificultades, en la tierra de Jesús, animándoles a continuar en su importante función testimonial, ante la Iglesia y el mundo.

sábado, 24 de mayo de 2014

MPORTANCIA TESTIMONIAL DEL VIAJE PAPAL A TIERRA SANTA


Ya ha llegado el Papa Francisco a Jordania, iniciando así un corto periodo de poco más de dos días en Tierra Santa, desde donde viajará mañana a Israel, con especiales visitas a Belén y Jerusalén. Un viaje que tiene un importante valor testimonial, no sólo para la pequeña comunidad cristiana en la zona, sino para toda la Iglesia universal, para no perder su auténtica identidad.
Es claro, notorio e indiscutible –al menos hoy día nadie con solvencia intelectual lo niega- el origen judaico del cristianismo, pues Jesús de Nazaret fue judío, de padres judíos, incluso dicen los evangelios que fue de la estirpe de David. Y tal es así, que Jesús se formó y vivió el judaísmo de su época (posiblemente rabínico, o cercano a este), predicó en la Sinagoga, fue al Templo en Jerusalén; pero sobre todo impulsó un importante cambio en la manera de concebir y especialmente de vivir la fe judía, que tras su muerte y resurrección dio lugar al pensamiento judeocristiano, plasmado por los apóstoles que acompañaron a Jesús en su misión de predicación y anuncio del Reino de Dios, especialmente Santiago, Pedro, y sobre todo Pablo con su misión hacia la gentilidad.
Hasta que la reflexión  y experiencia de fe de aquellas comunidades –que nacieron en el judaísmo-, fueron descubriendo la resistencia del judaísmo farisaico de la época y su progresivo distanciamiento, lo que supuso el abandono de la sinagoga y la generación de la Iglesia –por parte de aquellas comunidades judeocristianas-. El resto es conocido, tras la predicación de Pablo y la acción de Pedro, especialmente, con la generación de comunidades creyentes fuera de la antigua Palestina, por el Mediterráneo, la influencia del mundo griego en la expresión y formulación doctrinal y dogmática, con la participación patrística, y los fundamentales Concilios en los primeros siglos de la Era Cristiana, y sobre todo la promulgación del Edicto de Milán en el año 313, a partir del cual, el cristianismo se extendió por el Imperio romano con profusión.
Sin embargo, la historia ha llevado al desencuentro e incluso a la confrontación entre el judaísmo y el cristianismo, cuyas relaciones no han gozado de buena salud, hasta la recuperación de las raíces judías del propio cristianismo, expuestas a partir del Concilio Vaticano II, especialmente en el Documento Nostra Aetate, que hizo que los Pontífices emprendieran un especial acercamiento a Israel y a las comunidades judías dispersas por el mundo, reconociéndolos como “hermanos mayores en la fe”.
A todo esto, hemos de añadir el secular sufrimiento del pueblo judío, expulsado de su territorio desde el S.I, que han estado por el mundo dispersos, en muchos casos como apátridas, e incluso perseguidos (como resultó de la expulsión de España por los Reyes Católicos, las persecuciones inquisitoriales, hasta el holocausto nazi), que tras la II Guerra Mundial consiguieron el reconocimiento nacional en Israel, en confrontación con los palestinos, y consecuentemente con gran parte del mundo árabe, que dio lugar a varias guerras por los territorios y a un tortuoso proceso de paz (Israel –Palestina), que hace que se viva allí en un latente y permanente estado de conflicto casi bélico. Pues ambas comunidades reclaman para sí la “tierra prometida” de Dios, que tiene para judíos y musulmanes especial significado religioso, amen del político. Algo en lo que no estuvo presente el fracasado intento medieval de recuperación de los “Santos lugares” de la cristiandad, por parte de los cruzados. Lo cual, complica notablemente la situación, y las relaciones de las tres comunidades en aquellos lugares (judía, cristiana y musulmana), aunque en realidad la cristiana ha menguado a niveles meramente testimoniales, por lo que el conflicto abierto está entre las otras dos comunidades.
Tal es así, que la cohabitación –que no convivencia- en aquel territorio considerado santo por el judaísmo, el islám y la cristiandad, es claramente funcional, que no social. Viven de espaldas los unos a los otros, en un permanente recelo que inflama frecuentemente la llama del odio. ¡Qué gran paradoja…!. Pues todos invocan a Dios.
Por todo ello, decíamos que la visita del Papa Francisco a Tierra Santa tiene especial significación, para los cristianos de allí, supone un aldabonazo, un apoyo, que no se sientan solos entre las dificultades de una convivencia difícil, y sobre todo que sean portadores de paz en medio de un mundo en permanente tensión. Pero para el resto de la cristiandad supone el refrendo de nuestra identidad, de nuestras raíces judeocristianas, que han de marcar nuestra especial sensibilidad en la comprensión y vivencia de la fe de Cristo, acogiendo las tesis conciliares y distanciándonos de aquellas erróneas determinaciones de un catolicismo fundamentalista medieval sobre los “réprobos judíos”; al tiempo de manifestarle a nuestros hermanos del judaísmo, nuestro respeto y consideración previo el perdón por errores históricos.
De igual manera, el viaje del Papa puede suponer un nuevo aldabonazo a las conciencias religiosas del judaísmo y del islam a respetarse, reconocerse, perdonarse y empezar a convivir juntos; pues sin ello no habrá paz, no será sólida, estable. Y sin paz no tiene futuro ni Israel ni Palestina. Aparte de la grave incoherencia moral que supone mantener la confrontación al tiempo que se apela a Dios desde el muro de las lamentaciones del antiguo Templo, o desde la mezquita de Al-Aqsa. Y de paso, poder pedir el respeto a los cristianos que viven en países árabes, no pocos perseguidos, imposibilitados de vivir públicamente su fe, e incluso de vivir en libertad unas creencias, en el caso de la prohibición de conversiones desde el islam.

En consecuencia no es un viaje turístico, sino de importancia simbólica y práctica, que lógicamente no está exento de potenciales peligros, especialmente para la seguridad del Pontífice, precisamente por el fanatismo existente en las diversas comunidades religiosas, algunos de los cuales aún no parecen haber superado la Edad Media. 

domingo, 11 de mayo de 2014

IMPORTANTE Y PELIGROSO VIAJE DEL PAPA FRANCISCO A TIERRA SANTA


Ante el inminente viaje del Papa Francisco a Tierra Santa, las autoridades israelitas han manifestado su preocupación por la seguridad del Pontífice, debido a las amenazas que se están lanzando desde grupos del judaísmo ultraortodoxo, aunque se tiene previsto un amplio dispositivo de seguridad por los recorridos que haga el Papa en Israel.
Este hecho no es algo aislado, sino que viene en un contexto de incremento de las hostilidades y agresiones de los judíos fundamentalistas contra población y lugares árabes y cristianos en Israel. Algo, que por otra parte, está alertando al gobierno judío frente a lo que pudiera ser un rebrote de odio racista y religioso en ese complicado lugar del mundo que se encuentra en permanente estado de violencia latente entre unas y otras comunidades que allí cohabitan (judíos, árabes y cristianos, estos últimos en considerable minoría).
Aun así, sabido es que en el Estado judío se viene llevando una política de asentamientos de la población judía – no sólo en territorios ocupados a los árabes- sino también en poblaciones judías en que existe mezcla étnica de población, al extremo que se dificulta cualquier trámite de licencias de obra de personas de comunidades no judías, en tanto que a estas últimas se le facilitan, con el objeto de promover el asentamiento en el territorio judío de aquellos que lo son de raza y religión judía, con mayor facilidad de los que aun siendo israelitas no profesan la religión judía, o sobre todo pertenecen a otros grupos etnorreligiosos distintos.
Tal es así, que a miembros de las minorías árabe y cristiana, se les ofrecen frecuentemente estimables sumas de dinero para que vendan sus propiedades en territorio israelí, con el claro propósito que lo abandonen y lograr así un progresivo asentamiento interno de la etnia hebrea, que en el caso de los cristianos han empezado a ayudarse mutuamente para no vender sus propiedades y poder mantener su presencia en suelo israelí –el mismo que habitó Cristo-, como también importante es el esfuerzo de comunidades religiosas cristianas (ortodoxas, y católicas –y en particular, de los franciscanos como custodios de los Santos Lugares-) para mantener su presencia, o sea, la presencia cristiana en Tierra Santa, en la Tierra del Señor, sobre la que se ha llegado a decir que es el “Quinto Evangelio”, por representar la memoria patente de los lugares en los que vivió Jesús de Nazaret y sus seguidores, origen ulterior de las Comunidades Judeocristianas, y de la generación de la Iglesia.
Sin embargo, esa presencia testimonial, parece no ser del agrado del fanatismo religioso (en este caso del judaísmo ultraortodoxo) que pretende su implantación en la Tierra de Israel, especialmente en la ciudad santa de Jerusalén en la que cohabitan –sin apenas convivencia- las comunidades árabe, cristiana y judía, que es en el fondo la raíz de la desconfianza, del desconocimiento mutuo y de la reprobación de lo ajeno que se ve como molestia y acaso con profunda enemistad.
Por consiguiente, en ese estado de permanente violencia larvada –que de vez en cuando, da lugar a un hecho criminal- en que se cohabita en Israel (particularmente en los territorios ocupados y en Jerusalén, objeto de la pretensión de estos grupos fanáticos), no es de extrañar que cualquier hecho de significación extraordinario y repercusión pública internacional, sea aprovechado para hacerse notar, y reflejar la existencia del conflicto latente. Tal es así que en el caso de la visita del Papa no era difícil pensar que estos odios se removieran, por considerar que llega a la Tierra de Israel el que estos fanáticos consideran el “jefe de los cruzados”, representante de lo que consideran una herejía de la fe judía. En ese contexto también se entiende, la inamistosas declaraciones del rabino del muro de las lamentaciones –que dijo que no se podía interrumpir el rezo de los piadosos judíos, por la llegada del Papa, ni siquiera por motivos de seguridad-, como también lo son todas esas amenazas que se están profiriendo en Israel contra los árabes, cristianos y sus propiedades en territorio judío.

Evidentemente, no todo el pueblo israelí participa de esa idea ni de esa actitud, ni tampoco sus autoridades –aunque tengan que lidiar con ella en su interior, por pragmatismo político-, por lo que no nos cabe duda que la seguridad del Papa estará asegurada en este viaje importante por el simbolismo que encierra, tanto para los cristianos, como también para las recuperadas y normalizadas relaciones con el judaísmo (especialmente tras el Concilio Vaticano II, y documentos conciliares como Nostra Aetate), pero sobre todo para el diálogo interreligioso de todas las Iglesias y credos de fe, para poder vivir con coherencia en paz y fraternidad esas diversas creencias en una divinidad común, aunque percibida de forma diversa.

jueves, 8 de mayo de 2014

SE NECESITAN SANTOS SIN SOTANA


El Papa Francisco dijo: 
    
        "Piensen en una madre soltera que va a la Iglesia o a la parroquia, y le dice al secretario: QUIERO BAUTIZAR A MI HIJO.

        y el que le atiende le dice: No, no se puede, porque Ud. no se ha casado... 
        
        Tengamos en cuenta que esta madre tuvo el valor para continuar con un embarazo. Y con qué se encuentra?  Con una puerta cerrada!
        
        Y así, si seguimos este camino y con esta actitud, no estamos haciendo bien a la gente, al Pueblo de Dios. 
        
        Jesús creó los siete sacramentos. Y con este tipo de actitud creamos un octavo: ¡el sacramento de la aduana pastoral!
        
        QUIEN SE ACERCA A LA IGLESIA DEBE ENCONTRAR PUERTAS ABIERTAS Y NO FISCALES DE LA FE".
        
        El papa Francisco acaba de decir:
        
        "Necesitamos santos sin velo, sin sotana. Necesitamos santos de jeans y zapatillas.
        
        Necesitamos santos que vayan al cine, escuchen música y paseen con sus amigos.
        
        Necesitamos santos que coloquen a Dios en primer lugar y que sobresalgan en la Universidad.
        
        Necesitamos santos que busquen tiempo para rezar cada dia y que sepan enamorarse en la pureza y castidad, o que consagren su castidad.
        
        Necesitamos santos modernos, santos del siglo XXI con una espiritualidad insertada en nuestro tiempo.
        
        Necesitamos santos comprometidos con los pobres y los necesarios cambios sociales. 
        
        Necesitamos santos que vivan en el mundo, se santifiquen en el mundo y que no tengan miedo de vivir en el mundo. 
        
        Necesitamos santos que tomen Coca Cola y coman hot-dogs, que sean internautas, que escuchen iPod. 
        
        Necesitamos santos que amen la Eucaristía y que no tengan vergüenza de tomar una cerveza o comer pizza el fin de semana con los amigos. 
        
        Necesitamos santos a los que les guste el cine, el teatro, la música, la danza, el deporte. 
        
        Necesitamos santos sociables, abiertos, normales, amigos, alegres, compañeros. 
        
        Necesitamos santos que estén en el mundo y que sepan saborear las cosas puras y buenas del mundo, pero sin ser mundanos".
        
        Esos tenemos que ser nosotros!!!


domingo, 4 de mayo de 2014

INAUGURACIÓN DE LA MEZQUITA DE TORRE PACHECO


Ha sido inaugurada en la población murciana de Torre Pacheco la primera mezquita formal de la Región de Murcia, con asistencia del alcalde de la localidad, que daba oficialidad al evento inaugural.
Esta noticia, que en condiciones normales –como democracia plural- no debería de ser tal, sin embargo certifica la progresiva normalización de comunidades sociales en el interior de la sociedad murciana, como es la relativa integración de sectores de inmigración –en este caso inmigración norteafricana, que en considerable número ha afincado en nuestra Región, especialmente en Torre Pacheco, dedicándose a labores agrarias de la zona-; pero al mismo tiempo, supone una relativa normalización de una sociedad religiosamente plural, como se corresponde con el ejercicio de la libertad ciudadana en un país libre y democrático de la UE.
Ambas situaciones de progresiva integración y normalización social, han de ser frutos deseados y deseables de toda sociedad abierta y plural, en los diversos ámbitos (religioso, social, cultural, étnico y político), que aunque rompa con la tradicional uniformidad de nuestra sociedad cerrada de décadas pasadas, sin embargo puede reportar –si se gestiona debidamente desde el punto de vista público- una mayor riqueza cultural y social que viene del encuentro de diversas culturas en un concreto ámbito de convivencia social y política.
Algo que sólo es posible desde el mutuo reconocimiento, que posibilite el necesario respeto recíproco de los diversos colectivos sociales, religiosos y étnicos. En este punto hemos de constatar que es un hecho en Torre Pacheco, como en otros muchos puntos de nuestro país, evitando los reprobables rechazos xenófobos que no ven más que su limitado y propio corto horizonte.
Y dado que estamos comentando el hecho inaugural de una mezquita, conviene reseñar que en el ámbito religioso (que tanta distancia histórica tomó con nefastas consecuencias de hostilidad mutua), en nuestro mundo moderno la propia Iglesia católica –fruto de sus reflexiones del Concilio Vaticano II que rectificó la vieja máxima que fuera de la Iglesia no había salvación, se pronunció positivamente sobre las otras religiones: Encíclica Ecclesiam suam, Declaración Nostra Aetate, Constitución Lumen Gentium -, se encuentra abierta al recíproco diálogo, que ha dado sus frutos en los conocidos “Encuentros de Asís” entre el Papa y representantes de otras religiones. Llegando a reconocer Juan Pablo II la presencia activa del Espíritu de Dios en la vida religiosa de los “no-cristianos” y en sus tradiciones religiosas (Evangelii nuntiandi y Redemptor hominis).
Naturalmente, también ha habido una extraordinaria receptividad a este giro eclesial, por parte de muchos de los responsables de otras religiones (cristianas y no cristianas), si bien, en el mundo islámico –tan complejo como diverso- aún queda mucho por andar, en el afianzamiento del respeto al diferente, al no musulmán, que debe entrañar un respeto a los creyentes en otros credos no islámicos, debiendo abrirse más en su mentalidad y en su colectivo social hacia el reconocimiento, respeto y mutuo diálogo y estima de cristianos, judíos, budistas, hinduistas, y demás formas de vida religiosa, pues ello es no sólo un progreso humano por la dignidad y el respeto del ser humano (que conforma un ámbito de derechos humanos- y por ende fundamentales-), sino también de progreso, civilización, humanidad y plural convivencia social.

En este punto, sería igualmente deseable que en muchos países islámicos en que se prohíbe y persiguen otras prácticas religiosas no islámicas, pasaran a respetarse y a respetar su actividad y divulgación, como esencial del respeto a los derechos humanos. Y en ese ámbito, deberían de ser mediadores nuestros convecinos que tienen la alegría de haber podido inaugurar un centro de oración para rezarle a Dios –desde su perfil cultural y de fe- que no impide ni menoscaba otras manifestaciones religiosas diversas en el mismo ámbito social local, regional, nacional o internacional.