domingo, 5 de octubre de 2014

RECORDANDO A SAN FRANCISCO



Otro cuatro de Octubre nos recuerda a San Francisco, uno de los santos más auténticos de la cristiandad, en el día de su encuentro con el Padre Eterno, que ocupa en el santoral la memoria del santo patrón de Italia, para la onomástica de los numerosísimos Franciscos y Franciscas que llevan el nombre del Serafín franciscano.

Francisco, que como otras personas llamadas por Dios para un especial seguimiento, comenzó joven a cuestionarse su destino, su vida y sobre todo el seguimiento de Cristo, y el cumplimiento de la voluntad de Dios. Algo en lo que, fruto de su profunda conversión al Evangelio de Cristo, le posibilitó romper con los lazos de afectividad familiar, que tenían un proyecto de vida para el joven Francisco muy distintos de los que tenía el propio Señor en cuya plena confianza, Francisco esperó con su total entrega, y ruptura con esos lazos familiares, especialmente el paterno –que pese a su buena voluntad humana, no entendió el camino de su hijo en pos de Cristo-.

La conversión de Francisco conllevó una profundidad y una hondura en el rumbo que dio a su vida en el seguimiento de Cristo, que le propició el seguimiento de numerosos hombres y mujeres de todos los tiempos posteriores al santo de Asís, en un peculiar y profundo carisma cristiano de fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta, sobre la base de la oración, la contemplación y adoración del Misterio divino, cuyo reflejo supo verlo en la misma creación, y expresarlo bellamente en el canto de las criaturas en alabanza plena a Dios.

Su total entrega a la Providencia divina, su especial sensibilidad en la práctica de la caridad con todos, su particular dedicación a los pobres, y su praxis vital desde la pobreza y la minoridad, llegaron al “núcleo esencial del Evangelio”, que Francisco trató de llevar a su vida, para seguidamente llevar su vida al Evangelio, en una unidad de acción incontestable.

A ello hubo de añadir la gracia que Dios le otorgó, dándole hermanos, muchos de los cuales también vivieron dando testimonio de santidad, como la Iglesia lo ha reconocido elevándolos a los altares. Siendo de especial relieve la figura de Clara de Asís, contemporánea de Francisco, que en su seguimiento fundó las “hermanas pobres” (actuales “clarisas”), como rama femenina del franciscanismo, con especial dedicación a la oración y contemplación en clausura. De tal manera que nacieron las órdenes religiosas franciscanas, que inicialmente se vertebraron en tres:

-     La orden de frailes franciscanos (que posteriormente se articuló en “conventuales”, por un lado, “menores”, por otro, y “capuchinos”, según particularidades en la interpretación de la regla franciscana.

-     La orden de religiosas franciscanas, que fueron las “clarisas” (dando lugar también a grupos de religiosas “capuchinas”, “concepcionistas”, etc.) que siguen el carisma franciscano femenino, de Clara de Asís.

-     La orden tercera especialmente dedicada a seglares para vivir el cristinanismo según el carisma franciscano. Esta última regla ha sido tomada en la Iglesia, no sólo por seglares, sino también por algunas congregaciones de religiosas, como forma de vida de sus respectivos Institutos religiosos.

En definitiva, toda una estela de grandes frutos de fe, testimonio evangélico y trabajo por la Iglesia el que dejó, como legado San Francisco, que junto a su inmensa labor –pese a su corta vida- y la de sus seguidores, han llevado su testimonio y forma de vivir a todos los rincones del orbe, donde se recuerda a Francisco y a sus seguidores con especial simpatía y gratitud. No en vano, el actual pontífice Bergoglio, quiso acoger su nombre para su nuevo estado de pontificado, como doble signo de cercanía a los pobres y a la vida sencilla y austera; y también, como signo de reconstrucción de la Iglesia para acercarla más a Cristo, según el encago que del mismo Cristo recibió el santo de Asís de crucifijo de la pequeña iglesia de San Damián.

 

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