lunes, 8 de agosto de 2011

POR LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE CREENCIA: CONTRA EL LAICISMO EXCLUYENTE



Desde la razón, e incluso desde postulados de fe, se puede llegar a comprender y admitir un posicionamiento laicista, según el cual se promueva una separación entre el “hecho religioso” –sea cualesquiera el credo- y el Estado. Pues tal posición es muy recomendable, a tenor de las experiencias históricas teocráticas, amen de ser respetuoso e imprimir mayores dosis de libertad a cualquier credo religioso.
Ahora bien, las posiciones de laicismo excluyente –que propone no sólo la separación de cualquier manifestación de fe con el poder político, sino un arriconamiento del hecho religioso a la esfera personal e íntima de la conciencia, negando cualquier manifestación pública, expresión o exposición de esos sentimientos religiosos- nos parece insostenible en la actualidad desde el punto de vista racional e incluso jurídico. Pues unos de los avances del constitucionalismo moderno, ha sido el respeto de las posiciones, opiniones y creencias ajenas, aunque no se compartan. Hecho que conlleva no sólo la creencia íntima, sino la libre expresión de las propias ideas, la manifestación del fenómeno religioso, como cualquier otra manifestación pública de tipo político, social o festivo, sin que nadie pueda impedirlo. Naturalmente, con la obligatoriedad del respeto a la colectividad.
Por consiguiente, desde el respeto al disenso, a lo diferente, e incluso a lo contrario, se ha de aceptar cualquier tipo de manifestación pública que guarde el orden general y no genere daños a terceros, ni a la comunidad. Esa es una de las grandezas de la democracia occidental de corte demoliberal,  en la que vivimos, y que no admite excepciones cuando la conveniencia de cualquier grupo se resiente porque no soporta la existencia pública de otro grupo. Ante lo cual, habrá que asumir dosis de talante público, de ciudadanía, de respeto ajeno, y por supuesto de mayor diálogo y razonamiento. Precisamente, algo de lo que no pocos laicistas, agnósticos o ateos, esgrimen contra postulados de creencia por ser diferentes a postulados de razón.
Así todos, en nuestra sociedad, hemos de ir acostumbrándonos a convivir entre iguales, sean homólogos o diferentes (cultural, religiosa, política, económica o socialmente hablando). Para lo que habrá que hacer un conveniente ejercicio de tolerancia y respeto público.
Todo esto viene a cuento, de las movidas que se están activando en nuestro país por minorías laicistas contra la visita del Papa a España. ¿A qué viene semejante impostura?. Precisamente, la mayoría de los defensores del laicismo, han invocado para ellos el derecho a ser respetados, si bien algunos, tras conseguirlo, se lanzan en una incoherente e irracional lucha contra sus propios postulados, a pretender prohibir acciones y manifestaciones de quienes piensan de forma diferente. ¡Vaya sarcasmo….!.
A estos “neoliberticidas” hay que recordarles el pasado reciente en el que se han encontrado los que tienen ya alguna edad, y desde luego, volver a insistir en que ejerciten su civismo con mayor generosidad, respeto y tolerancia. ¡Nos hará bien a todos, como sociedad…!. Y ya venga el Papa, como el Dalai Lama, el Gran Rabino de Jerusalen, o el Imán de Teherán, ¡a los laicistas, qué más les dá…!.
¡Un respeto, mayor coherencia, y desde luego, más civismo…..!.

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