viernes, 3 de abril de 2015

LAS PROCESIONES O SON FENÓMENO RELIGIOSO O NO LO SON


           
Ante el titular de este artículo de opinión, que pretende señalar la esencial función religiosa de las procesiones, en el sentido de que estas o son básicamente un fenómeno religioso consecuente con la fe religiosa, o no tienen sentido como mera cabalgata.
            Pues todo hecho, toda acción suele responder a una causa, suele tener una razón de ser, y la causa de las procesiones fue la de dar respuesta catequética en la calle (en plena reforma protestante) a la esencia del cristianismo –según era entendida por el catolicismo de la época-. Lo cual venía a poner énfasis en el misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.

            Si bien, tal fenómeno es hijo de su época (énfasis contrarreformista, piedad de especial rigor y esfuerzo, de énfasis en el sacrificio, en la expiación del pecado, sobre la consideración de la deidad como “justo Juez”, sobre la idea de un severo “juicio final” por todos nuestros pecados, por los que había muerto el Señor). Todo ello, unido al extraordinario realismo del arte barroco que llevaría su extraordinaria producción artística a las diversas cofradías de Semana Santa, llevaron al orbe católico a una piedad peculiar sobre el pecado, el castigo eterno, la dura expiación de la pena, el esfuerzo de una dura penitencia y el resultado de un justo y duro juicio de Dios.

            Ese planteamiento ha sido revisado por la Iglesia –especialmente en el Concilio Vaticano II- sobre la gran Misericordia de Dios (que conllevará un juicio de amor, de misericordia), donde el esfuerzo humano no tiene alcance al lado de la gracia divina, y donde lo esencial es el Amor a Dios y a los hombres para ser consecuente con el predicado evangélico de Jesús haciendo la voluntad del Padre. Y por consiguiente, ese planteamiento habría de llegar a todo el orbe cristiano, para que quede manifiesto en la catequética procesional y sea consecuente con los nuevos aires conciliares del Vaticano II y demás actuaciones del Magisterio pontificio que ha conllevado un acercamiento a nuestros hermanos separados (los reformistas: protestantes), en modo importante.

            Por consiguiente, parecería oportuno que la Iglesia señalara algunos matices necesarios para corregir ciertas estéticas de las procesiones que acaso no sean plenamente consecuentes con los nuevos tiempos eclesiales, entre los que cabría plantearse la conveniencia de aprovechar las cofradías de semana santa para que sus miembros hicieran –no sólo unos ejercicios espirituales, sino algún programa de formación catequética, que les ayudara al crecimiento y maduración de su fe-.

            Y puestos a seguir con algunos aspectos estéticos, cuyos cambios revelarían una mayor autenticidad evangélica, podría citarse la eliminación en las procesiones de la concurrencia de autoridades civiles y militares, junto con tropa militar o escolta policial, por ser contradictoria la participación en un cortejo religioso portando armas, o aún más exhibiéndolas, so pretexto de escolta o cualquier otra modalidad justificatoria de patrocinio, nombramientos militares o civiles a personajes religiosos, etc. Pues todo ello, parece estar fuera de lugar, además de evocar un “rancio nacional-catolicismo”.


            Y todo ello, abundando en el sentido del título del artículo al que nos referíamos en su inicio, o las procesiones son un fenómeno religioso (y tiene tal sentido), o no lo son, y por consiguiente no tienen sentido alguno.


            Dicho queda, aunque suponemos que nuestra modesta sugerencia no tendrá mayor alcance, sin embargo quedamos dejar humilde testimonio de la misma.

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