sábado, 14 de marzo de 2015

MANIFESTACIÓN DE CONCIENCIA EN MURCIA CONTRA LOS DESAHUCIOS


             Un pequeño grupo de cristianos se ha vuelto a manifestar en Murcia contra los desahucios bancarios hacia familias pobres, que no han podido pagar las cuotas hipotecarias al banco por estar afectados por el paro laboral de la crisis económica, y bajo el llamado público de “En nombre de Dios basta ya de desahuciar a las familias”, han testimoniado su reprobación personal y moral ante esta generalizada práctica de la banca española.
                Testimonio que es concorde con el Evangelio de Cristo y con la Doctrina Social de la Iglesia, donde se deja sentado el principio universal de los bienes, así como los de solidaridad derivado de la fraternidad humana –dada la consideración de que las personas humanas somos hijos de Dios y hermanos en Cristo-, de donde se infiere que los bienes materiales y el dinero están subordinados a la persona, al respeto de su dignidad, no al revés, como nos ha mostrado la cruda realidad inhumana de una crisis económica tras de la cual los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.
                Por consiguiente, ante tanto silencio cobarde, cuando no cómplice, hacía falta una voz profética del Pueblo de Dios, que advirtiera de la profunda inmoralidad de dicha práctica, que llegó a sorprender al mismo Papa Francisco cuando recibió en Roma al sacerdote murciano Joaquín Sánchez, que ha hecho su causa de esta cuestión junto a los pobres desahuciados, a las familias (incluidos niños y ancianos) sufrientes por el abandono social ante la injusticia de los mercados –que no son impersonales, precisamente-.
                Pues un país que salva a sus entidades bancarias –con extraordinaria preferencia sobre las personas humanas, de las que se desatiende- es un país moralmente enfermo. Se diga lo que se diga, se quiera justificar como se quiera (con revestimientos de legalidad, razones de estabilidad económica, seguridad jurídica, etc.), ¡no tiene justificación moral!.
                Pero aún no menos inmoral es el alto grado de insensibilidad social mostrado por una sociedad autista, silente, embebida en su consumismo particular –de los que aún pueden-, que presa de una cultura individualista dominante, se desentiende del prójimo (no se considera el “guardián del hermano” –para evocar la dramática frase bíblica-), creyendo que jamás le afectará. ¡Grave error de cálculo…., tal como van las cosas…!. Pues resulta muy llamativo que una concentración de este tipo, que lo es desde la convocatoria de conciencia, sólo  mueva la conciencia de apenas unas decenas de personas, que además –y esto también no deja de ser significativo- se convocan en la puerta del Palacio episcopal (enclave del gobierno de la Iglesia local, a la que claman y no parece inquietarse), acaso sea para intentar mover a su jerarquía para que acabe de sintonizar con los aires de cambio romanos que está imprimiendo el Papa Francisco, no sin esfuerzo, incomprensión y resistencia de parte de su entorno.

                A ver si la Semana Santa, ya próxima, con su iconografía de la Pasión del Señor, del sufrimiento de Cristo por nosotros, nos hace más receptivos a poder sufrir por los demás, ayudarles, o cuanto menos acompañarles en ese sufrimiento, como lo hizo Jesús, a quien decimos seguir, aunque no sea de forma auténtica.

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