domingo, 9 de noviembre de 2014

EN MEMORIA DEL PÁRROCO DE BULLAS Y LOS FELIGRESES QUE LE HAN ACOMPAÑADO

            
    En la mañana de hoy domingo, día de la Virgen de la Almudena, ha llegado la noticia del fallecimiento de Miguel Conesa, presbítero y párroco de Bullas, junto con catorce feligreses que venían juntos de Madrid de visitar la tumba de la Madre Maravillas, Carmelita Descalza de Bullas, donde desde hace poco más de do meses Miguel fue destinado como párroco por el Obispo de Cartagena.
                A la tristeza por tan luctuoso suceso, por las víctimas y por el dolor de sus familias, se une el dolor por la pérdida de Miguel Conesa, al que tuve ocasión de conocer y tratar –aunque no en profundidad- en su etapa de coadjutor en la Parroquia de S. Bartolomé de Murcia,  años pasados.
                Miguel era una persona excepcional, educado, cordial, acogedor, muy humano, con una clara disposición de servicio, en la parroquia ayudó considerablemente al entonces párroco, Juan Sánchez –actualmente canónigo honorario de la Catedral de Murcia-, al que estaba muy unido y le era muy leal.
                Miguel estaba siempre dispuesto a atender a quien lo requiriera, desde el confesionario, desde la conversación y el consejo amistoso y cercano, hasta la petición de cualquier servicio litúrgico, pues Miguel era un gran sacerdote, con un profundo sentido cristiano de la vida y una recia espiritualidad.
                En las manifestaciones que han hecho a los medios de comunicación los ciudadanos y feligreses de Bullas, han referido el agrado que le tenían, la simpatía que se había granjeado Miguel en el poco tiempo que llevaba entre las gentes de Bullas, que reflejan su actitud de servicio, acogida y acompañamiento que mantenía habitualmente sobre la feligresía, el pueblo cristiano y las personas en general. Era una persona de gran humanidad.
                Lamentamos mucho este desenlace, por todas la víctimas y sus familias, y en particular porque no volveremos a coincidir con Miguel en esta vida, aunque tenemos la esperanza, sustentada en la fe en Cristo –como la tenía Miguel- de la vida eterna, de la que esta vida es la antesala, un paso previo, en la que seguro que están Miguel y los que el Señor ha llamado con él en este trágico suceso, de manera que le haya concedido llevar a su grey a su presencia divina, como la condujo por este mundo. Y sobre todo, la esperanza del reencuentro de todos ante Dios por toda la eternidad.

                ¡Descansen en paz!.

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