sábado, 12 de abril de 2014

TORPES CASOS DE ATRIBUCIÓN DE HONORES CIVILES Y MILITARES A VÍRGENES Y SANTOS


Tras la piadosa decisión del ministro del Interior Alberto Fernández Díaz de otorgar a la Virgen del Amor la medalla al mérito policial colectivos laicistas han emprendido una demanda para impugnar tal atribución honorífica a una imagen religiosa, y pudiera ser que los Tribunales acabaran retirando tal distinción policial a la imagen religiosa que el ministro trató de agasajar.
Hechos como este hacen de España diferente, por lo que representa de costumbres atávicas de fanatismo religioso o superstición, más propio de tiempos pasados de una religiosidad pública teocrática trasnochada y poco compatible con el Evangelio de Jesús, por deformarlo, malinterpretarlo y llegar a confundirlo en su contenido y espíritu. Aunque son hechos también incompatibles con un Estado constitucional moderno, que sin ser laico, se proclama aconfesional, en un intento de separar Iglesia y Estado.
De donde decisiones de beatitud como la comentada no convienen ni a la Iglesia ni al Estado, a la primera porque no representa realmente una manifestación de una fe adulta y madura en la auténtica Palabra de Jesús; y en el segundo, porque se roza la inconstitucionalidad, y se mezclan planos que jamás deberían mezclarse (religioso y político).
Sin embargo, este hecho no es aislado en España, pues el tradicionalismo religioso y social ha llevado frecuentemente a la confusión de la vida religiosa con la vida política y social, dándose una continua y perniciosa mezcla entre ambos ámbitos, aunque a corto plazo pudiera satisfacer unos concretos intereses políticos e incluso de algún sector de la jerarquía eclesial –considerada a sí misma “príncipes de la Iglesia”-. Tal es así, que en Murcia sin ir más lejos, tenemos dos clamorosos ejemplos de notoriedad pública en relación con la Virgen de la Fuensanta y con San Pedro en Cartagena.
Respecto de la Fuensanta, fue nombrada capitana general, imponiéndosele el fajín y otorgándosele el bastón de mando, fajín que también se le impuso al niño Jesús que porta la tradicional imagen de la Virgen de la Fuensanta.
Por su parte, en Cartagena la tradición castrense se alió al extremo con las cofradías de Semana Santa que la talla de San Pedro que se custodiaba en el Arsenal se antropomorfizó adoptando el nombre de Pedro Marina Cartagena y se le hizo cabo de marinería con sueldo y todo (excepto algunos complementos retributivos como los trienios y afines), lo que de suyo generó no pocos problemas a la Intervención militar a la hora de fiscalizar tan atípica nómina.

Así casos, como los comentados deberían de dejar de darse por el propio sentido común, por la seriedad de la fe –entre los verdaderos creyentes-, y por la imparcialidad del Estado y sus Instituciones públicas cuya finalidad es la de servir los intereses de todos los españoles por igual. De tal forma que así se eviten controversias y malestar –como las habidas- por hechos tan insólitos como pueriles, y así partiendo del mutuo respeto, empezaremos a entendernos todos y a valorar realmente la profundidad y alcance de una fe que no tiene que recurrir al histrionismo por piadoso que sea, ni a fórmulas pre-racionales ambiguas entre la superstición y el ritualismo sacado totalmente de contexto religioso y político.

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