miércoles, 16 de julio de 2014

UNA NECESARIA KENOSIS DE LA IGLESIA ESPAÑOLA


La sociedad española actual ha sufrido un profundo cambio en las últimas décadas, lo que traducido al ámbito religioso puede considerarse incluso abismal. Así de la “España católica”, tradicionalista (“del Imperio hacia Dios”), hemos llegado a una “España laica” (acaso más indiferente que no creyente), que además está inserta en una cultura secular, pese a que nominalmente el número de españoles católicos sea mayoría.
Esta sociedad que es multicultural con aportes de diversas culturas de sectores sociales en inmigración, ha planteado la generación de diversos grupos de diferente credo religioso, algunos de los cuales va teniendo significativa presencia, aún en minoría, que ha de respetarse en el conjunto general, de una sociedad democrática, libre y plural.
Por consiguiente, se hace necesario replantear la actuación del Estado (en concreto, del ámbito público institucional, en sus diversos ámbitos) en el hecho religioso; y acaso, puede que fuera necesaria la revisión de los Acuerdos con la Santa Sede, para adaptarlos a la cambiante realidad social española actual, en la que ya no cabría hablar de trato de privilegio a una determinada confesión, como habitualmente ha sido el caso de las relaciones del Estado español con la Iglesia católica.
De lo contrario, no sólo se podría estar cometiendo una injusticia social, por trato desigual –que podría ser anticonstitucional- en razón del credo religioso, sino que si, por el contrario, se pretendiera igualar el trato que se da a la Iglesia católica con respecto a la generalidad de grupos religiosos, la complicación del protocolo de actuación pública alcanzaría límites inimaginables, hasta dejar patente la práctica imposibilidad. Por tanto, parece más lógico, extender un trato igualitario de relaciones, pero concluir ante cualquier tipo de colaboración en el ámbito institucional; en cuyo caso, habría que dar por concluidas las capellanías de prisiones, de los hospitales, del ejército, etc. De manera que cada fiel creyente, actúe en público como deba de hacerlo y le dicte su conciencia, pero las manifestaciones litúrgicas religiosas, las reserve para su ámbito doméstico o grupal (su templo, mezquita, sinagoga, salón, etc.). Algo en lo que el Estado no debe entrar, una vez respetados los derechos y libertades públicos de cada grupo, en evitación de actuaciones sectarias de índole criminal.
Un caso del anacrónico desfase cultural se está dando en la Universidad Complutense de Madrid que contando con 8 capillas católicas, pretende cerrarlas para su uso docente (como aulas universitarias), dando opción a dejar alguna de ellas previo pago del uso de la misma por parte del arzobispado de Madrid. Entre tanto, algunos presbíteros junto a universitarios están celebrando misa en los pasillos de la Universidad, en señal de protesta por la pretensión del rectorado.
Este conflicto se habría ahorrado si se hubiera solventado ya esta cuestión, pues la feligresía universitaria, afortunadamente tiene templos próximos a su lugar de estudio donde poder rezar; debiendo tener claro que a la Universidad se va a estudiar e investigar. Y ambas actividades no están encontradas, pero tampoco han de estar mezcladas, más allá de una madura y coherente conciencia del fiel creyente que en su trabajo habrá de actuar según sus creencias, y rezar a Dios (como dijo Jesús, en lo oculto de tu estancia, no para que te vean). Pues también dijo que no todo el que dijera “Señor, Señor” era digno de El.
Con esto, quiero introducir una breve pero clara reflexión sobre posibles actitudes hipócritas, intransigentes y faltas de caridad, que nos imposibilitan acercarnos a la humanidad del prójimo sufriente y poder quererle –como Dios mandó-; so pretexto de diferencias de credos, ostentaciones de estado y privilegios. En definitiva, ¡dar la nota!; en vez de estar cercano al otro, ser signo de unión en la diversidad.
En este sentido, creo que la Iglesia española ha de empezar a replantearse muchas cosas en esta línea, como sería el caso del pago de los impuestos –como cualquier otra persona física o jurídica en España, en concreto el IBI-, muy necesario y conveniente siempre, pero especialmente más en momentos de crisis económica en que toda recaudación es poca para atender a tanta necesidad social; pasarle al Estado el mantenimiento junto con la exhibición de museos y demás patrimonio artístico y suntuario; dejar los “palacios episcopales”, y aplicar tantos inmuebles a recoger a las familias desalojadas por los desahucios bancarios. Y junto con ello, apartarse de toda gestión financiera (en sus diversas formas de explotación bancaria); para finalmente redefinir la línea editorial de la Cadena COPE y de 13 Tv (de titularidad eclesiástica) que no parecen ser reflejo del “sensus fideli” del pueblo cristiano español.

Todo ello, habría de suponer una “kenosis eclesial” (un vaciamiento de su propia realidad económico social) a favor de una Iglesia más evangélica según el testimonio de Cristo y los Apóstoles, algo que no le debería ser ajeno a la Iglesia, por cuanto el propio Dios se hizo hombre y descendió hasta la muerte en cruz para su gloriosa resurrección. He ahí el milagro que en la fe de Cristo cabría esperar, desde nuestra Iglesia española, más pequeña, más débil, humana, cercana y fraterna, que sea instrumento de paz y concordia, no de discordias falaces.