Cuentan los
Obispos españoles que han realizado una visita ad limina al Papa Francisco, que
cuando el Cardenal Rouco le informó de los más de 112000 abortos realizados en
España, según las últimas estadísticas, el Papa
manifestó “quedarse helado”.
De igual
manera que cuando le comentaron el índice de paro, especialmente el juvenil
reconoció que tales cifras eran una humillación para los jóvenes, según
reconoció a Mons. Blázquez, al no poder
dignificar su existencia llevando a casa el pan de cada día como fruto de su
esfuerzo intelectual y físico. El
papa Francisco le volvió a insistir «en la necesidad de estar muy cerca de las personas y de las periferias, no solo las geográficas y económicas, sino también las
espirituales y culturales. Para el Papa, hay que reclamar justicia para los
desfavorecidos y ofrecerles ternura. Porque esa era la actitud de Jesús con los
débiles, los frágiles y los familiares de enfermos y difuntos.
En
estos simples pero elocuentes datos de la situación social, económica y moral
de España, el Papa ha expresado su sorpresa y malestar por lo que ambas cifras
suponen, y que no son otra cosa que el resultado de una sociedad insolidaria,
egoísta, individualista y hedonista. La misma sociedad que tradicionalmente se
ha declarado católica, y en la que el catolicismo social sigue siendo
dominante, al menos, de forma nominal, pues en la práctica se ve que dista
mucho de los comportamientos esperados de seguidores de Jesús.
Por
ello, el Papa no tiene especial problema en hacerse eco negativo de los mismos,
ya que son cifras muy negativas para nuestra sociedad. El mismo Papa, al que
algunos consideran excesivamente progresista, que no hace sino una denuncia
profética de la injusticia social, y del pecado en el mundo, y que llama
consecuentemente a volverse a Cristo para seguirle, que es lo que conllevará
finalmente la instauración de su Reino (reino de paz, de justicia y de
misericordia), del que el mundo se ha desviado en su evolución.
Pero
al mismo tiempo, por la defensa de la vida, el Papa –junto con el resto de la
Iglesia- será increpado por grupos pseudoprogresistas que fijan el progreso
sólo en el permisivismo, relativismo moral e intelectual. Esos mismos, que de
forma contradictoria reclaman la observancia de los derechos humanos, pero
incumplen abiertamente uno de los más elementales como es el del derecho a la
vida, so pretexto de ignorar la dignidad humana del no nacido, y enfatizar un
exacerbado derecho de la madre al uso de su cuerpo.
Precisamente,
en esa línea desnortada, partidos de gobierno como el PSOE ha hecho de la
reforma de la ley del aborto (que ellos instauraron como de plazos) un
auténtico “casus belli” del momento político actual para desgastar al gobierno
del PP (que por cierto, tampoco elimina el aborto, sino que en cierta medida
restringe los supuestos de la anterior ley socialista), y que sin embargo,
parece tener prioridad a la lucha contra la tragedia del paro, contra la
corrupción política, y contra el reequilibrio de las cuentas públicas con los
injustos recortes sociales que se han venido implantando. Una lucha política
proabortista, que creemos exagerada y sobredimensionada, por cuanto no está
entre las demandas prioritarias actuales de la sociedad española, que sigue
sufriendo las consecuencias de una injusta crisis del sistema capitalista, ante
la que la izquierda política y social más moderada parece actualmente estar
bloqueada, pese a lo cual, recurre a “recoger la pancarta proabortista” de una
forma más decidida que la “pancarta contra el paro”, “contra la subida de la
luz y el agua”, “contra las preferentes”, “contra la corrupción”, etc., etc.
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