Hay algunas personas que no se contienen en
no ser protagonistas en todas las situaciones, y en ello caen en un craso
ridículo, por su desmedida insistencia en hacer patente su presencia, y tal
parece haber sido el caso que ha afectado al concejal de festejos de Jumilla
que ha acaparado la atención del carnaval jumillano, y aún fuera del pueblo, debido
a su participación carnavalesca transformándose en la imagen de un virgen
dolorosa entronizada a modo de las procesiones de la Semana Santa.
Tal hecho, además de revelar el exceso de
protagonismo del edil en cuestión, que no sólo no le basta con gestionar los
festejos, sino que participa en ellos hasta el punto de acaparar la atención
general por la extravagante figura carnavalesca que eligió, impropia de este
festejo popular, y que a no pocos le ha ofendido en sus sentimientos
religiosos, como puso de manifiesto un párroco de la localidad.
Y ello, curiosamente, en una población en que
la Semana Santa tiene un arraigo secular de gran trascendencia por su piedad,
su tradición, su patrimonio artístico pasional, y su organización cofrade local
–de la que el propio concejal participa en su condición de edil de festejos-. Y
para más INRI, un concejal electo por el propio pueblo, y de la derecha tradicional
y católica –hasta hace poco, según se va constatando-.
Pero esta cuestión más allá de lo acertado o
desacertado de la vestimenta carnavalesca del edil, más allá de que haya podido
herir algunos sentimientos religiosos de gente piadosa del lugar, pone de
manifiesto varias cuestiones: por un lado, el PP sociológicamente y
políticamente marca distancia con sus posiciones tradicionalistas de perfil más
o menos confesional católico, como también estamos viendo en la polémica
(también interna al PP) por la reforma de la ley del aborto (que aunque limita
a la anterior, no se puede afirmar que sea una ley antiabortista, como clama un
sector del progresismo anticlerical); y por otro lado, que el edil tiene poco “olfato
político”, pues ha de pensar que muchos de los que se han considerado molestos
u ofendidos, por su ocurrencia carnavalesca, hayan sido votantes suyos, que
salvo estulticia congénita, dejarán de serlo en los sucesivos comicios. ¡Esa es
la grandeza de la democracia..!.
Aunque en un país más serio y riguroso con
las propias convicciones, y con el respeto a las ajenas, seguramente este
concejal habría pasado ya a la historia de los ediles de Jumilla, por haberle
exigido su grupo político la dimisión, dado que hechos como el que se comenta,
aparte del mal gusto, representa un
grave error político, que no debería pasarse por alto, con la mera presentación
de disculpas del concejal.
Pero lo que resulta auténticamente lacerante
es que este edil siga participando en el Consejo Superior de Cofradías de la
Semana Santa jumillana, dado que –diga lo que diga- su personal opción carnavalesca,
pone de relieve su peculiar forma de ver la Semana Santa. ¿Acaso como otra
mascarada carnavalesca?.
Como decía la nota oficial del Obispado de
Cartagena / Murcia: “no vale todo…”. ¡No
puede valer todo…!, y menos en un cargo público. ¡No es serio…!.
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