El Papa Francisco, en su ánimo de reformar la
situación económico-administrativa de la Curia vaticana, creó una Comisión de
Expertos constituida por 8 técnicos –de entre los cuales sólo hay un
sacerdote-, y del que forma parte una arrolladora treintañera italiana y
ascendencia árabe, que muchos sitúan en el ámbito del Opus Dei, se llama
Francesca Immacolata Chaouqui, que venía trabajando para la prestigiosa firma
Ernest & Young.
Hasta ahí, todo correcto. Pero la polémica se ha formado con unas
indiscretas declaraciones de la joven Francesca en internet que han incendiado
los comentarios de la red, dado que se le atribuye haber catalogado de corrupto
al Cardenal Bertone, alabando en otros
comentarios de la red al supuesto filtrador de los escándalos Vaticanos, refiriéndose
a Nuzzi, agradeciendo su labor.
Tal es
así, que al parecer se ha retirado su cuenta de Twitter. Al tiempo que
no pocas personas consideran inadecuado tal nombramiento por obvias razones de
indiscreción, además que no se sabe muy bien, el motivo de que se le incluyera
en dicha Comisión ante la existencia de numerosos candidatos que probablemente
hubieran respondido mejor al perfil del encargo papal.
Sin embargo, los demás miembros de la
Comisión son: Joseph Zahra, economista maltés, Mons. Lucio A. Vallejo Balda,
sacerdote español, Enrique Llano,
especialista en economía sanitaria de origen español, dos managers franceses,
un alemán, y un ex general y ex ministro de Exteriores de Singapur católico,
George Yeo.
Con todo, no faltan los críticos con el Papa
Francisco que –estando inicialmente inclinados a mantener los privilegios
curiales y a no hacer cambios- consideran que la designación de Francesca ha
sido un error del Papa, dando a entender que supone una precipitada decisión,
análoga a la que puede tomar con las previstas reformas.
Esperemos que este probable error, que más
que del Papa estaría en su entorno próximo, le sirva para elegir con mayor
cautela su equipo de colaboradores próximo, pues falta le va a hacer rodearse
de personas de confianza para poder acometer las difíciles tareas que tiene que
abordar para que se cumpla su anuncio de cambios y simplificación de la
maquinaria burocrática eclesial, de forma que el Vaticano deje de ser un reino
medieval y entre en la modernidad como la auténtica Iglesia de Cristo volviendo
a las fuentes judeo-cristianas y a la sencillez y coherencia evangélica.
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