El Papa Francisco ha realizado durante estos días un
importante y complicado periplo por tierras del Cuba y EEUU, dos vecinos
enfrentados, políticamente antagonistas, a los que la labor de la diplomacia
vaticana, encabezada por el Papa Francisco ha reencontrado para el diálogo y la
normalización pacífica de sus relaciones de vecindad.
Ambos
países son paradigmas de los dos grandes modelos político, sociales y
económicos en que el mundo se polarizó a mitad del pasado siglo, donde el
capitalismo y el socialcomunismo se enfrentaban por el dominio del mundo,
generando no pocos conflictos armados, la denominada “guerra fría” y muchas
víctimas en su confrontación de bloques (Este versus Oeste).
Ambos
modelos reflejaban, tratando de ganarse aliados para su respectiva causa, dos cosmovisiones
distintas del mundo, de la sociedad y del hombre, al tiempo que prometían una “arcadia
feliz”, que ninguno propició. Pues si el comunismo era liberticida y
totalitario, el capitalismo era explotador y germen de la injusta codicia
humana.
La
caída del muro de Berlín, el desmoronamiento del bloque comunista de la URSS y
sus satélites (entre ellos Cuba), dejaron camino libre al avance del
capitalismo, cada vez más indisimulado y voraz, que sin freno ni contrapeso se
ha lanzado a la batalla global (a la globalización) para conquistar para sí y
el gran capital todos los mercados mundiales, convirtiendo al ser humano en
mero actor productor y consumidor, al que se le rebajan los logros sociales que
creía haber consolidado.
Así en
este mundo de fracaso de ambos sistemas económico-políticos (el comunista de
forma patente, en tanto que el capitalismo aún mantiene latente el fracaso),
concurre la visita papal a ese lugar del mundo donde el enfrentamiento vecinal
en la sima de estos caducos modelos se hace patente, más allá de un mero
conflicto local. Siendo la valentía y audacia de Francisco el de facilitar el
entendimiento, pero al propio tiempo poner de manifiesto en uno y otro Estado
la necesidad de atender a la persona humana, de los Estados al servicio del
hombre, de humanizar la política y la economía, en definitiva las relaciones
sociales, que tanto se han deshumanizado con el transcurso del tiempo y con
tanto error histórico y enfrentamiento.
Cierto
es que a los dirigentes de la Habana y de Washington le interesaba de Francisco
su mediación para remediar el malestar de mala vecindad, pero el Papa
facilitando el acercamiento ha aprovechado el escenario público y el momento
histórico para abordar la necesidad de confraternizar, de ayudar al pobre, de
atender a los necesitados, en definitiva de proclamar los mensajes evangélicos,
que han resonado como si de nuevo fuera en países socialmente cristianos, aunque
vencidos a una laicidad formal, en un caso y forzada en el otro.
Naturalmente,
esa labor ha tenido que hacerla constreñido al margen limitado de maniobra de
las autoridades políticas castristas, que le han impedido al Papa el encuentro
con la disidencia del país, pero conocido es el pragmatismo de Mons. Bergoglio
para aún en esas circunstancias hacer provechosa su intervención.
Como
provechosa ha sido su presencia en EEUU donde los escándalos de un clero
reprobable habían infligido mucho daño a la Iglesia y a su imagen, pues el Papa
no ha andado con rodeos en la condena de tan abyectos comportamientos, para a
renglón seguido hablar de los valores evangélicos del socorro a la pobreza, del
servicio y de la mutua ayuda, que han retornado a valores evangélicos una
sociedad que se debate entre el fundamentalismo religioso de diverso tipo y el
agnosticismo materialista más indiferente.
Memorable
ha sido el encuentro del Papa con el presidente Obama, como también lo ha sido
su intervención en el Parlamento estadounidense y como resultó ser, finalmente
su alocución ante el Pleno de la Asamblea General de la ONU, donde de nuevo el
Papa dispuso de una privilegiada tribuna para dirigirse a los poderosos de la
Tierra para pedirles solidaridad con los pobres, justicia social, el cese de
los conflictos armados, la ayuda a los refugiados y respeto a la naturaleza
creada por Dios, todo ello de una candente actualidad, ante lo cual, el Papa
Francisco ha revalidado e incrementado el liderazgo moral que viene ejerciendo
mucho más allá del ámbito de la cristiandad, pues no sólo habla con radical
claridad en el ámbito eclesial, sino también en los ámbitos social, político y
económico internacional.
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