El atardecer del jueves santo visitamos Lorca
para percibir el ambiente de la peculiar religiosidad que los lorquinos aportan
a las procesiones (o como bien las definen “desfiles bíblico pasionales”), en
que la raíz básica del hecho diferencial de sus procesiones es que no se
ajustan al canon tradicional de la contrarreforma, sino que presentan imágenes
bíblicas del Antiguo y Nuevo Testamento escenificando la historia sagrada en lo
que realmente es un desfile, más que una procesión ceñida a una actitud de
reverente penitencia sobre la pasión y muerte de Cristo.
El
otro hecho diferencial de las procesiones / desfiles bíblicos lorquinos radica
en la tradicional rivalidad entre las dos grandes cofradías en continua
competición (blancos y azules), cuyos extremos de competencia y rivalidad
llevan a una confrontación irracional, por su alta emotividad, en la que a
veces se roza el conflicto.
Y
es que ambas cofradías son como el anverso y el reverso, que laboral a lo largo
de todo el año para “ganarse una supuesta e ideal competición” so pretexto de
las procesiones de la Semana Santa. ¿Qué testimonio evangélico es ese?. ¿Dónde
quedó el amor fraterno, o aún el amor al enemigo?, ¿Dónde la llamada a la
unidad de los cristianos?, la referencia a “ver cómo se aman”. Acaso alguien
podría decirme que esto es exagerado, pero es o no es evangélico. Y con estos
temas no caben bromas ni tibiezas, como tampoco fanatismos de ningún tipo.
Alguien,
acaso la autoridad eclesiástica que para eso está, pues la Iglesia es Madre y
Maestra, debería de reunirse con los responsables de las Cofradías de Lorca y
reorientar la deriva casi carnavalesca que puede acabar cogiendo, alejándose de
cualquier atisbo de procesión religiosa, de forma de meditación y oración sobre
los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario