El Papa Francisco, que recientemente promovió
las canonizaciones de sus antecesores Juan XIII y Juan Pablo II, ha dispuesto
la beatificación de Pablo VI, que ha tenido lugar en una solemne y
multitudinaria ceremonia litúrgica presidida por el Papa en la plaza de San
Pedro del Vaticano.
Giovanni
Battista Montini, nacido en Concesio, provincia italiana de Brescia, el 26 de
septiembre de 1897, desde joven cursaría estudios eclesiásticos, ordenándose
sacerdote en 1920, continuando estudios de Derecho Canónico en los que se
doctoraría, entrando a formar parte de la Secretaría de Estado de la Santa Sede
en 1922, con 25 años de edad, en donde realizó gran parte de su carrera
eclesiástica en la diplomacia vaticana, con alguna estancia en nunciaturas como
la de Polonia para volver a Roma en 1931 como profesor de la Academia
Pontificia para diplomáticos, ascendiendo progresivamente en diversos puestos
diplomáticos de la Santa Sede, destacando en su misión durante el gobierno de
Musollini –que lo reprobó en varias ocasiones- así como su labor durante la II
Guerra Mundial a favor de los refugiados
y prisioneros de guerra, llegando más tarde, a principio de los años
cincuenta del pasado siglo, a ser estrecho colaborador del Papa Pío XII, que lo
nombró arzobispo de Milán en 1955, pasando de la burocracia vaticana a un
oficio pastoral directo, que tanto agradeció, gustando tener reuniones con
intelectuales y artistas. Accediendo al cardenalato en 1958, y en 1961 el Papa
Juan XXIII le nombrará para Comisión Prepraratoria Central del Concilio, para
lo que le pidió se trasladara al Vaticano, lo que así hizo, teniendo una
importante participación en la preparación y desarrollo del Concilio Vaticano
II, que aunque lo convocara su antecesor, hubo de concluirlo como Papa Pablo VI
– tras su elección en cónclave de 1963- .
Pablo
VI fue un intelectual de formación ilustrada, abierto al diálogo, serio,
introspectivo, pero eminentemente respetuoso, que tenía fama de progresista en
la Iglesia católica de su tiempo, haciendo un intento de profunda divulgación
de la doctrina católica en todos los foros de actividad social, económica,
laboral, etc; destacándose por su especial interés y dedicación al apostolado
de los laicos. Concluyó el complejo Concilio Vaticano II con unas prioridades
centradas en: una mejor comprensión de la Iglesia, la renovación eclesial, la
restauración de la unidad de los cristianos, y el diálogo con el mundo
contemporáneo. Logrando una puesta al día de la Iglesia, en la línea del
señalado aggiornamento por parte de Juan XXIII.
Así
fue fundamental en su pontificado la reforma de la liturgia eclesial,
consecuencia del Concilio Vaticano II y de la propia Iglesia, su apuesta por el
diálogo ecuménico e interreligioso, la
reforma de la Curia Vaticana con la instauración del Sínodo de Obispos, y el
diálogo con toda la humanidad como medio de encontrar la verdad, desde la
consideración de respeto e igualdad de todos los participantes en el diálogo,
para entre todos lograr la verdad.
Por
consiguiente, con esta beatificación, se logra ensalzar la figura pastoral y
pontifical de Pablo VI, como lo han sido los procesos de canonización de Juan
XXIII y Juan Pablo II, que han sido pontificados de enorme relevancia en la
Iglesia contemporánea, y en especial de ponerla al día al tiempo que volver a
las raíces evangélicas de Cristo, en la línea de desarrollo conciliar del
Vaticano II, que refleja el fino talante de reconstrucción evangélica del
pontificado de Francisco.
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