Mons. Carlos Osoro, actual
arzobispo de Valencia y vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española, ha
sido el designado por Roma para suceder al cardenal Rouco en la sede episcopal
madrileña.
La
elección de Mons. Osoro, parece haber sido una apuesta personal del Papa
Francisco, para renovar la iglesia matritense, pues el Cardenal Rouco deja una
archidiócesis con importantes necesidades de renovación, en formas y fondos,
que plasmen el nuevo estilo de apertura eclesial que está ofreciendo el Papa
Francisco.
Mons.
Rouco, con una formación eclesial tradicional –unida a la de su condición de
canonista- imprimió a su labor eclesial en Madrid un perfil tradicionalista y
autoritario, reproduciendo un esquema de Iglesia jerárquica y dogmática, de
forma análoga a como hizo al frente de la CEE, cuyos efectos aún perviven en la
línea editorial que han venido plasmando destacados medios de comunicación
eclesial tales como la COPE o 13 TV, especialmente escorados hacia posiciones
sociales tradicionalistas y políticas abiertamente de derechas, que en plena
crisis económica han puesto de manifiesto serias carencias de sensibilidad
social, que eran de esperar en un entorno eclesial y evangélico. Algo,
consecuente con el clamoroso silencio de un sector notable del episcopado sobre
la crisis económica y social, que debió de haberse roto para interceder por los
necesitados, los nuevos pobres, damnificados de esta crisis, aprovechando para
difundir la riqueza de contenidos de la Doctrina Social de la Iglesia.
Tal
hecho, generaba un extraño y paradójico contraste entre las declaraciones del
Papa Francisco y la actuación de la jerarquía eclesiástica española, salvo
honrosas excepciones.
Por
consiguiente, con el relevo de Rouco al frente de la CEE, a cuyo frente se
incorporó Mons. Ricardo Blázquez, y ahora con el acceso de Mons. Osoro a la
archidiócesis de Madrid, creemos que la Iglesia española ya tiene al frente dos
importantes prelados de perfil más abierto en comunión con el nuevo Pontífice,
para que la renovación eclesial que está impulsando el Papa Francisco –no sin
grandes resistencias de parte de la propia jerarquía y curia vaticana- pueda
llegar a la Iglesia española, y en concreto al común de la feligresía.
De
la trayectoria de Mons. Osoro se conoce que es un hombre de pastoral abierta,
de cercanía a la feligresía (“pastor que huele a oveja”, en palabras del Papa
Francisco), que tiene claro que es el Pastor de todos los católicos de su
diócesis, sean de la procedencia que sean (opus, kikos, fieles comunes,
religiosos, etc.), y sobre todo, que está al servicio de todos. ¡A ver si
profundiza en ese espíritu y pronto cala en su nuevo destino, dinamizando una
importante parte de la Iglesia española!.
Por
otra parte, se tienen noticia de los habituales cabildeos que suelen generarse
en estos movimientos, para que cada “grupo de presión” coloque a su propio
candidato, algo a lo que no se ha sustraído el propio Rouco que movió ficha a
favor de uno de sus auxiliares, y alternativamente a favor del arzobispo de
Toledo, buscando una continuidad de un perfil eclesial, que al parecer
pretendió perpetuar, que no ha tenido el eco necesario en Roma para lograr sus
propósitos. Hecho, que pone de manifiesto, el concepto peculiar que algunos
eclesiásticos tienen de la Iglesia, acaso con la mejor de las intenciones, pero
que no parece sea una idea de Iglesia de
los fieles, ni providencialista, ni mucho menos al servicio de la feligresía,
sino más bien como una estructura de poder y dominio, conforme al cual se toman
posiciones y se procura su acceso al cargo para consolidar o ampliar el poder
personal o grupal. ¡Qué pena, pero qué suerte que no lo hayan logrado!. Bien le
valdría –a quien así pensara- meditar sobre la libre acción del Espíritu Santo
en su Iglesia.
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