Un año más han comenzado las peculiares
procesiones lorquinas, autodenominadas como “desfiles bíblicos pasionales” por
reflejar pasajes bíblicos junto con los de la pasión y muerte de Cristo.
Así los tradicionales y mayores Pasos
(cofradías) Azul y Blanco vuelven a nutrir de arte y color el cortejo
procesional de la Semana Santa lorquina con la participación de la caballería y
carrozas que reflejan episodios bíblicos, junto a las tallas religiosas con la
que concluyen la pasión de Jesús.
Además la secular rivalidad entre blancos y
azules hace de esta Semana Santa una competición local entre dos bandos que
pugnan por sobresalir sobre el contrario en el número y vistosidad de los
diferentes grupos que escenografían los pasajes bíblicos en el curso del
desfile lorquino, que une al cortejo el ambiente de rivalidad y competitividad
entre ambos pasos con la concurrencia de gran parte de la población alineada
con los blancos y con los azules, al ritmo de la música de sus respectivas
cofradías (“el tres” de los blancos y las “caretas” de los azules) que azuzan a
los presentes a gritar los vivas de rigor, en una singular competición cofrade
en un contexto festivo peculiar con el marco propio de la pasión de Cristo,
pero que en Lorca se vive de forma especial.
Tan especial que lejos de estar ante un
cortejo procesional que representa la pasión, como fenómeno fúnebre, aunque algún
aspecto de lo exhibido se refiere a ello, especialmente las tallas del nazareno
con la cruz a cuestas y la propia crucifixión, junto con las imágenes de la
Virgen de los Dolores y la de la Amargura, que reflejan el dolor de la pérdida
de su hijo; sin embargo, abunda la atención a pasajes bíblicos (Rey David, Rey
Nabucodonosor, la Reina de Saba, etc.) con un conjunto de caballería con sus
jinetes que hacen todo tipo de acrobacias, y cuadrigas romanas con su
correspondiente caballería, o la carroza de la corte de Nerón, entre otras, con
su escenografía musical y atrezo al uso. En el curso de lo cual se lanzan todo
tipo de gritos de vivas a blancos o azules, según el grupo que desfile en ese
momento, con referencias críticas al bando contrario, inmersos en una copiosa
merienda en los parcos desde donde se presencia el cortejo.
Ambiente que hay que reconocer que es más
propio de una cabalgata de juegos florales, o propia de las fiestas de
primavera murcianas, que de un evento procesional religioso en plena Semana
Santa, que conmemora la pasión y muerte de Jesucristo.
Naturalmente la justificación viene por el
ámbito cultural, tradicional e incluso de pasajes bíblicos más que propiamente
de un procesión de la Semana de Pasión.
En cualquier caso, convendría que la
autoridad eclesiástica empezara a poner ciertos límites a las Cofradías para
que estas lo trasladen a sus cofrades y público en general, de forma que se
torne ese ambiente festivo en un ambiente de mayor recogimiento religioso que
lo acerque a la contemplación y procesión del misterio de la pasión y muerte de
Cristo, siempre más respetuoso con el ámbito orante, contemplativo y meditativo
de toda procesión, como proyección sacramental fuera de la Iglesia.
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