Un año más
ha aflorado la extendida celebración de la fiesta de Haloween en nuestras
comunidades, que se va introduciendo como un ingenuo e inocuo divertimento
entre nuestros pequeños y jóvenes, sin que realmente se conozca el auténtico
sentido pagano, y hasta diabólico que dicha festividad tiene en su contexto
original.
Se importó
a los EEUU por inmigrantes de origen irlandés, como una festividad pagana de la
cultura celta, que hacía referencia a la muerte, al esoterismo, la brujería y
el mundo de las tinieblas, que se instauró en la víspera de la fiesta cristiana
de todos los santos como antagonismo a la visión cristiana de la muerte, la
santidad, la esperanza de la resurrección y la vida eterna.
Por
consiguiente, para un cristiano es algo contrario a su fe, de una cultura ajena
a la suya, y de una significación muy distinta al fenómeno humano de la muerte,
que mientras al cristiano –que espera en Cristo- espera en El la resurrección y
la vida eterna, una nueva vida en que se hará plenitud el Reino de Dios (de justicia,
de paz, fraternidad y bien); el pagano que trata de negar la fe cristiana,
aprovecha la festividad de Haloween para exaltar el mundo de las tinieblas, de
la muerte, e incluso del mal, con una estética ad hoc que refleja el regodeo en
lo tenebroso, lo abyecto.
Incluso,
por los “hijos de las tinieblas” se ha hecho reserva de esta fecha, para
promover esa cultura de la muerte, de la desesperanza y del mal, frente a la
cultura cristiana de la vida, de la esperanza de la resurrección y el bien. Y
así, se concitan todos los 31 de octubre para la reedición de ritos esotéricos,
mágicos y diabólicos, de invocación a la muerte y al mal. Pues tal es la
significación real, que tiene esta estética y celebración de Haloween en la
actualidad por parte de grupos marginales esotéricos y diabólicos, en lo que
representa una escenografía diabólica, conforme a una actitud de vida violenta
y malvada, que cualquier persona de bien, sea cristiana o no, debería rechazar,
y sobre todo rehuir.
Pero sin
embargo, como si de cualquier carnaval se tratara, se ha ido introduciendo esta
cultura lejana en nuestras sociedades, entre nuestros vecinos y amigos, que
inocentemente se prestan –por imitación, a petición de los pequeños o jóvenes-
a colaborar en la celebración de esta festividad estéticamente repulsiva, que
lejos de ser una mera diversión ocasional de tipo carnavalesco, representa una
significación contraria a nuestra cultura, a nuestros valores sociales e
incluso a nuestra fe (cristiana, islámica, judía, etc.), o sea a cualquier fe
que crea en un Dios providente, misericordioso, Sumo Bien, que propugne valores
fraternales de solidaridad y convivencia.
Por
consiguiente, si nuestra sociedad, reflexionara mínimamente –más allá del
consumismo imitativo de todo lo importado- sobre el alcance y significación
real de Haloween, probablemente se extinguiría tan nefasta fiesta, aunque hubiera
que cambiarla por otra de cualquier otra índole, de entre las muchas
existentes.
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