jueves, 16 de julio de 2015

EN RECUERDO DE SANTIAGO FERNÁNDEZ ARDANÁZ, PRIMER RECTOR DE LA UCAM


Hoy he recibido la triste noticia del fallecimiento de Santiago Fernández Ardanáz, tras una larga y penosa enfermedad, por lo que quiero transmitir por este medio, a los suyos mi sincero y sentido pésame.
Santiago fue un amigo entrañable, maestro inigualable por sus abundantes conocimientos, su extraordinaria pedagogía que facilitaba el aprendizaje de materias tan complejas como la filosofía, la teología y la antropología social, de la que era experto profesor, pero si en algo destacaba Santiago era por su gran talla humana, propia del sabio humanista cristiano, que le daba un porte de “sabio renacentista”, especialmente por el aporte cultural italiano, debido a su extensa vivencia en tierras italianas, y especialmente en Roma, donde ejerció la docencia y también el periodismo, habiendo sido corresponsal del grupo correo, y contrayendo nupcias con una italiana que fue el apoyo de su vida.
            Así este alavés, o como le gustaba decir a él mismo: de la “Rioja alavesa”, fue así forjando su trayectoria biográfica hasta llegar a Murcia, a donde vino con el encargo del Obispo Javier Azagra para poner en marcha la UCAM, en su condición de Rector del nuevo centro universitario de la diócesis, pero pronto las disensiones entre Mendoza –presidente de la Fundación San Antonio y finalmente de la UCAM-, le llevó a dimitir del rectorado, abandonar la UCAM, aunque no la docencia universitaria en nuestra Región ya que fue profesor del Instituto Teológico de Murcia (Centro franciscano de la Universidad Antonianum de Roma), así como en el CETEP y Seminario Diocesano, dependientes de la Diócesis de Cartagena. Seguidamente logró incorporarse como profesor a la Universidad Miguel Hernández de Elche, donde dirigió el Departamento de Antropología Social, desde el que participó en diversas actividades docentes en diversas Universidades como la de Murcia en la que colaboró como profesor en el Máster de Antropología Social de la misma, hasta su reciente jubilación.
            Santiago fue un hombre culto, un cristiano ilustrado, humanista, dialogante, abierto al conocimiento y al encuentro personal, cercano, sencillo, colaborador y atento con sus alumnos a los que se dedicaba con gran cercanía y amplia cortesía. Incluso en el ámbito personal era un hombre de fe firme anclada en su extensa y profunda experiencia vital, con amplia sensibilidad social, sin encajar en moldes de clericalismo con los que poco simpatizaba, preocupado por la cooperación del reino de Dios aquí en la tierra, sin perder las profundas raíces bíblicas. Acaso este extremo lo pueda ilustrar un pequeño detalle, cuando comentaba entre amigos que en su casa de campo –a las afueras de San Vicente del Raspeig en Alicante- le puso a los distintos árboles nombres de apóstoles. O cuando comentaba –respecto a su cercanía a los animales domésticos- que él apreciaba cuando su perro se reía, se alegraba como un si fuese un ser humano. Acaso fuera también en una cosmología franciscana de la cercanía vital con el ámbito ecológico.
            Ha vivido honradamente, haciendo el bien, dedicado a enseñar y a vivir según sus convicciones evangélicas firmes, crítico pero respetuoso con una jerarquía clerical con la que no coincidía en su visión eclesial, expresándose con la libertad de conciencia propia de los “hijos de Dios”, por lo que no siempre fue bien comprendido en determinados ámbitos eclesiales tradicionalistas, al punto que probablemente no se le hayan agradecido debidamente los servicios prestados a la Iglesia de Cartagena en la puesta en marcha de la UCAM, y acaso con esa pena se haya ido. Aunque en el fondo de su corazón su gran generosidad y amplitud de miras le hacía condescender, y de hecho encontró su dicha en tierras alicantinas donde fijó su domicilio familiar y donde pudo desarrollar parte del proyecto universitario en la Universidad Miguel Hernández donde hizo escuela y muchos amigos, que hoy entristecidos le despedimos, en la esperanza de un próximo encuentro en la vida eterna, que esperamos sea más justa, fraternal y auténtica que la que tenemos.
            En todo caso, siempre quedará su entrañable recuerdo de un “hombre bueno”, un “justo”. ¡Descanse en paz, y brille para él la luz perpetua!.
           

            

viernes, 10 de julio de 2015

SIGNIFICATIVO VIAJE PASTORAL DEL PAPA FRANCISCO


            El Papa Francisco ha emprendido un viaje pastoral a Sudamérica, especialmente a la parte más pobre del subcontinente sudamericano, de donde él mismo procede y cuya realidad conoce bien, en un significativo acercamiento a la Iglesia latinoamericana cuyas posiciones pastorales y teológicas especialmente referidas a la “teología de la liberación” fueron reprobadas por anteriores pontífices, desde una cosmovisión romana, eurocéntrica y más tradicional.
            En ese tiempo, la activa Iglesia sudamericana se sintió un tanto desnortada, aunque hitos de recomposición no faltaron en forma de encuentros y cumbres como los de Puebla o Medellín, pero se sentía una incomprensión del poder romano por los avances teológicos liberadores que según, muchos de sus mentores alcanzaban a tesis políticas, sociales y económicas, que a la derecha política y religiosa tanto escandalizaban.
            Por consiguiente, es muy positivo –desde el punto de vista pastoral- esta visita del Papa programada en perspectiva de reencuentro precisamente con los núcleos sociales sudamericanos más pobres (en Ecuador, Bolivia y Paraguay), en donde además de la Iglesia, estas naciones han girado a gobiernos políticos de diverso perfil, pero con el común denominador social (desde las posiciones socialcristianas de Correa en Ecuador a las filocomunistas barnizadas de indigienismo de Morales en Bolivia), en lo que se habría de interpretar como un encuentro del Pontífice con la realidad de sufrimiento económico y social de esas sociedades, de esas comunidades eclesiales, que necesitan el encuentro con su pastor,  su comprensión y aliento esperanzado, que les acompaña, los entiende, se hace eco de sus necesidades y clama con ellos por la justicia y la fraternidad en un mundo más justo, exhortando a la construcción del Reino de Dios anunciado por Jesús, que sin justicia y paz no puede construirse.
            Además llega Francisco en unos momentos críticos de la Iglesia sudamericana, que requería la atención y el abrazo fraternal de la Iglesia universal para el desempeño de su misión evangélica en medio de tanta pobreza, de tanta desigualdad, de tanto abandono social, en definitiva, de tanta injusticia social, donde el “amor fraterno” cede en perjuicio del Evangelio, pues la Buena Nueva se apaga en esa realidad temporal. Unos momentos, de desorientación eclesial y social que ha sido aprovechado por el desarrollo de sectas que han ido invadiendo el territorio sudamericano para alienar a las personas en ritualismos o espiritismos alejados de su realidad existencial, pero que también les hace más dóciles a los poderes fácticos del lugar.
            Consecuentemente, una visita pastoral muy oportuna y muy bien desarrollada por el Papa Francisco que conoce a la perfección tal realidad y conecta rápidamente con el pueblo que le esperaba y le aclamaba, al que realmente ha esperanzado en el difícil camino del seguimiento de Jesús desde su propia existencia. Visita que se ha desarrollado como ya es tradicional en Francisco con su habitual sencillez, cercanía y austeridad sinceramente vivida hasta el detalle, ejemplo claro y determinante para la jerarquía eclesiástica y resto del clero no siempre atentos a estos significativos detalles.
            Ello no obstante, no han faltado las habituales críticas de sectores eclesiales tradicionales y políticos conservadores, precisamente por la visita de Francisco a estas naciones tachadas de “parias” por el orden económico neoliberal, y en el que han criticado de forma desvergonzada los más mínimos detalles del Papa, ubicándolo como un jesuita sudamericano de izquierdas favorable a la “teología de la liberación” que identifican como un sincretismo político religioso entre el comunismo y el cristianismo, sostén de la guerrilla sudamericana. Quedándose lamentablemente en esos detalles, más simbólicos que reales, en vez de profundizar en la dura realidad de injusticia social de la zona, en la que la Iglesia ha de tener para ellos una “palabra profética” basada en el Evangelio de Jesús, que no se remite meramente a prácticas piadosas, espirituales y ritualistas vacías de contenido, sino a la vivencia de la fe en Jesús que anunció la venida del Reino de Dios (reino de verdad, de fraternidad, de justicia y de paz), una realidad que se ve interpelada por el Evangelio, por la “teología del Reino de Dios” recogida como núcleo central de la predicación de Jesús en los tres Evangelios sipnóticos (Marcos, Mateo y Lucas). Algo que la Iglesia puede y debe manifestar, predicar y defender.

            Así pues, como en otras ocasiones, un gran acierto pastoral y evangélico del Papa Francisco, a quien Dios guarde muchos años e inspire en el gobierno de su Iglesia.