lunes, 30 de marzo de 2015

LAS PROCESIONES DE SEMANA SANTA: ¿FENÓMENO RELIGIOSO O CULTURAL?


La Semana Santa, que culmina en la Pascua de Resurrección, es un tiempo especial para el cristianismo –de forma análoga a como también lo es la Navidad-, pues en este tiempo se rememora la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Un misterio singular que revela la condición humana y misericordiosa de Dios, junto a la condición inhumana del ser humano, cuyo resultado concluye en la Resurrección, en consecuencia en la Esperanza de la redención y de la inserción en la Gloria de Dios, según el plan divino sobre el hombre y la creación. Tal planteamiento podría ser la síntesis de las profundas reflexiones sobre los sucesos de hace dos milenios en Jerusalén.
Si bien, esas reflexiones son las que deben acompañarnos estos días –junto con la oración y el silencio- a los cristianos en todo el orbe, para lo cual hemos de salir de nuestras rutinas, preocupaciones, ambiciones y legítimas aspiraciones, para que el “ruido vital” no nos impida profundizar en tales misterios ante los que abrir el oído, el entendimiento y todos los sentidos para que Dios ilumine nuestro tránsito por esta vida, le dé sentido a la misma de forma que más allá de sí misma obtengamos un sentido que la trascienda, apoyados en la fe –en la confianza en las Palabras de Dios- para que nos abra a la Esperanza venidera en que la Caridad sea lo propio –no la excepción-.
En ese contexto, la Iglesia celebra su liturgia propia de este tiempo (oficios, y pascua de resurrección) que ayuda a los cristianos a tener presente estos misterios de la fe, a celebrarlos comunitariamente y a ponerse en disposición de vivirlos con auténtico sentido de la conversión del corazón humano (o sea, de la centralidad de la persona).
Ahora bien, en España –especialmente en algunos lugares- existe la tradición derivada de la Contrarreforma, de sacar procesiones religiosas rememorando la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, en las que si bien se enfatiza la crueldad de la pasión y muerte (minorando el hecho glorioso e importantísimo de la resurrección), en un contexto propio contrarreformista –poco adecuado al momento histórico-religioso actual-, pero que ha arraigado en las costumbres y tradiciones populares, llevando una religiosidad popular implícita (acaso algo desfasada y poco profunda, o por mejor decir, más sentimental), que ha movido a muchas personas en su entorno, que merece el correspondiente respeto fraterno, en la medida en que les pueda ayudar a la comprensión de tan insondables misterios.

Pero al propio tiempo, ese fenómeno procesionista se ha ido nutriendo de tradición / tradicionalismo, no siempre bien enfocado en el ámbito evangélico de la vida y obra de Jesús, e incluso se ha llegado a deslindar su parte de tradición/ cultural, de la propia de tradición / religiosa (de la que emergió). Siendo en esa deriva de tradición / cultural, donde acaso veamos la necesidad de rectificar desde el punto de vista eclesial para tornar a las raíces religiosas de dicho fenómeno, e incluso de ayuda pastoral de rememoración de la Pasión al pueblo en general. Naturalmente, tal hecho, sin menoscabar la importantes consecuencias de este fenómeno en el aporte cultural y artístico que le ha ido acompañando con los años, pero teniendo claro que el valor profundo no es tanto cultural –aunque también lo tenga, pero puede ser objeto de apreciación museística-, cuanto religioso o de creencias en las que el aspecto artístico acompaña y ayuda a la catequesis pública de la procesión (a mostrar las escenas de la pasión en un relieve escultural grandioso), pero no es lo esencial, ya que esto sólo resulta del cuestionamiento meditativo de cada persona ante la contemplación de tales misterios, para que sobre todo ello, su vida pueda dar un vuelco de conversión evangélica en espíritu y verdad (como dijo Jesús, al referirse a la oración), de donde se deriven consecuencias comunitarias y personales profundas de amor, solidaridad, respeto, piedad, etc., y no sólo de ritual, de escaparatismo (de fariseísmo), como tampoco de exhibición pública a modo de cabalgata, una y otra actitud estarían lejos del espíritu cristiano en la rememoración de los misterios de Semana Santa.

domingo, 29 de marzo de 2015

ACAMPADA DE SEMANA SANTA DEL GRUPO SCOUT LOYOLA DE MURCIA


           El grupo Loyola del movimiento Scout Católico de Murcia ha realizado una acampada de convivencia este fin de semana –con el comienzo de la Semana Santa- en la pedanía de la Almudema (Caravaca).

            En un paraje rural del interior de la provincia de Murcia, los Scouts del grupo Loyola han llevado a cabo una acampada para propiciar la convivencia de los distintos grupos en que por edad se organiza el Centro Loyola del Movimiento Scout Católico.
            Ha sido un fin de semana en el que han tenido ocasión de realizar actividades comunitarias propias del movimiento scout, con la consiguiente convivencia que propicia el aprendizaje de valores humanos y valores cristianos, como los del compañerismo, la solidaridad, la verdad la autenticidad, la responsabilidad en el compromiso comunitario asumido, etc.

            Además han tenido lugar las promesas de nuevos miembros que se han incorporado al grupo, que junto a la Eucaristía –presidida por el consiliario, el P. Justo Prieto S.J.- han llevado la emoción y supuesto las vivencias más profundas de esta convivencia.

            De manera que el último día, el domingo, ha tenido lugar el día de la familia, en que los padres de los Scouts acampados han sido invitados a los actos comunitarios del día, en los que también han participado, junto  actos lúdicos de entretenimiento (bailes, concursos de postres, etc.) que ha concluido con una comida de hermandad, entre todos los presentes.


            Poniéndose de relieve la benemérita labor de estos grupos –que en el ámbito de la Iglesia- se dedican a la formación humana y cristiana de niños, adolescentes y jóvenes, en lo que representa una importante labor educativa de los jóvenes compartida con las familias, en el ámbito del ámbito del humanismo cristiano.

miércoles, 18 de marzo de 2015

¿EL PAPA FRANCISCO: “RENOVACIÓN ECLESIAL” O “TORMENTA DE VERANO”?


En el segundo aniversario del acceso al pontificado del cardenal Bergoglio, como Papa Francisco, es común ver análisis diversos en los que se subraya el peculiar estilo del nuevo Papa y su empeño fundamental en renovar la Iglesia, pero pocos llegan a atisbar o apostar por el alcance de sus pretendidas reformas eclesiales.
Esto último nos parece particularmente interesante, por cuanto la reforma eclesial es algo más que una necesidad, lo demanda la cristiandad y en cierta medida la continuidad de esta misma, ante el grave proceso de secularización habido en su seno, en el que también se ha dado una reacción conservadora de porte fundamentalista, volviendo a plantear la necesidad de una “Iglesia de trinchera”, a la defensiva del enemigo exterior e interior, so pretexto de heterodoxia y aún herejía.
Resulta muy lamentable contemplar algunas manifestaciones de personas de Iglesia, especialmente algunos clérigos y hasta algún prelado, que desde tesis fundamentalistas apelando a la ortodoxia y a la obediencia empiezan por manifestarse desobedientes, discrepando y criticando al propio Papa Francisco. Aunque tal actitud, sea contradictoria con algunos de sus propios planteamientos, suele ser “condición humana”.
Pero siguiendo con nuestro análisis, habría que empezar por preguntarse: ¿qué Iglesia heredó el Papa Francisco?.  A esta pregunta habría que contestar que recogió una Iglesia conservadora (recompuesta sobre su intento de apertura y renovación del Vaticano II, por Juan Pablo II –que venía de la Iglesia polaca, conservadora, atrincherada ante las amenazas externas de los totalitarismos nazi y comunista-, que no desarrolló plenamente los postulados conciliares, dejando pendiente la reforma eclesial, propiciando un neoconservadurismo eclesial), lo que determinó que la mayoría de la jerarquía eclesial sea conservadora, con la que el Papa Francisco viene a ser un “verso suelto”.
Además heredó una estructura medieval de gobierno eclesial, jerárquica, autoritaria, distanciada de la realidad histórico-temporal, con corruptelas internas y escándalos varios, en lo que suponían conductas morales nada evangélicas ni siquiera existencialmente edificantes, ante las que el Papa Ratzinger se mostró débil y traicionado por su círculo íntimo, que le llevó a tomar la honorable decisión de dimitir, ante la impotencia personal de poder cambiar tal estado de cosas.
De todo ello, emergió Bergoglio (primer Papa jesuita) que venía de una realidad eclesial en las antípodas de la curial, que pronto llegó a la idea de un drástico cambio en la curia romana, que además impuso un estilo personal de austeridad, sencillez, cercanía y claridad, como apenas utilizaron ninguno de sus antecesores, que conectó pronto y bien con el Pueblo cristiano y no cristiano, que asistía admirado de la valentía y entereza de un Papa que empezaba a llamar a todos a la Verdad evangélica de forma clara y directa, al punto que los sectores más ortodoxos se empezaron a preocupar por tanta locuacidad papal, que venía a poner “patas arriba” el statu quo eclesial de siglos, y que denunciaba con rotundidad actitudes hipócritas y pecados eclesiales sin ambages ni disimulo, en los que ha apelado al clero para que sean “pastores” que huelan a oveja (que se acerquen a su pueblo, que lo pastoreen y cuiden), a los obispos para que trabajen más en sus diócesis (que no sean obispos de aeropuerto, siempre de viaje), apelado a la paternidad responsable (rechazando la imagen de “mujer coneja” mera paridora de hijos), y a la universalidad del carisma cristiano ejercido con autenticidad (distinto de ser “numerario” de una secta), etc., etc.
Naturalmente todas esas afirmaciones no han pasado desapercibidas, ni de balde, pues mientras para el pueblo cristiano ha supuesto una auténtica “primavera eclesial” el pontificado de Francisco, para sectores ortodoxos (entre los que cabría contar a gran parte de la jerarquía eclesial, nombrada por sus predecesores), tales afirmaciones sería un despropósito inaceptable en un Papa, cuando no un desvarío de un “jesuita filocomunista”, que en el mejor de los casos hay que esperar que su pontificado sea corto, y todo esto pase rápido, para que esos sectores vuelvan a retomar el control pleno de la Iglesia.
Ni que decir tiene, que las grandes y graves resistencias a las reformas eclesiales del Papa Francisco vienen de esos sectores conservadores, que prefieren una “Iglesia- trinchera” (a la defensiva, supuestamente perseguida, enfrentada al mundo, guardiana de una ortodoxia doctrinaria, más que de una fe evangélica libre).
En ese contexto, el pontificado de Francisco puede ser un corto paréntesis, en la involución eclesial dada desde final de los años setenta del pasado siglo, si Francisco no logra acelerar sus reformas, y si estas no logran cambiar las raíces de una Iglesia medieval autoritaria, clerical, jerárquica, doctrinaria y por naturaleza conservadora, y trasladarla al S. XXI desarrollando los postulados del Concilio Vaticano II, más abierta al mundo, más evangélica, coherente, sencilla, profética que invite a una auténtica conversión vital (un cambio de vida existencial) desde la experiencia madura de la fe en libertad, en el Pueblo de Dios (sin manipulaciones clericales).

Por ello, cabría preguntarse si el pontificado de Francisco supondrá una “revolución eclesial” (que está aún por llegar), o acabará siendo una “tormenta de verano” (como parece vislumbrarlo el sector más ortodoxo de la Iglesia, que espera que pase pronto).

sábado, 14 de marzo de 2015

MANIFESTACIÓN DE CONCIENCIA EN MURCIA CONTRA LOS DESAHUCIOS


             Un pequeño grupo de cristianos se ha vuelto a manifestar en Murcia contra los desahucios bancarios hacia familias pobres, que no han podido pagar las cuotas hipotecarias al banco por estar afectados por el paro laboral de la crisis económica, y bajo el llamado público de “En nombre de Dios basta ya de desahuciar a las familias”, han testimoniado su reprobación personal y moral ante esta generalizada práctica de la banca española.
                Testimonio que es concorde con el Evangelio de Cristo y con la Doctrina Social de la Iglesia, donde se deja sentado el principio universal de los bienes, así como los de solidaridad derivado de la fraternidad humana –dada la consideración de que las personas humanas somos hijos de Dios y hermanos en Cristo-, de donde se infiere que los bienes materiales y el dinero están subordinados a la persona, al respeto de su dignidad, no al revés, como nos ha mostrado la cruda realidad inhumana de una crisis económica tras de la cual los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.
                Por consiguiente, ante tanto silencio cobarde, cuando no cómplice, hacía falta una voz profética del Pueblo de Dios, que advirtiera de la profunda inmoralidad de dicha práctica, que llegó a sorprender al mismo Papa Francisco cuando recibió en Roma al sacerdote murciano Joaquín Sánchez, que ha hecho su causa de esta cuestión junto a los pobres desahuciados, a las familias (incluidos niños y ancianos) sufrientes por el abandono social ante la injusticia de los mercados –que no son impersonales, precisamente-.
                Pues un país que salva a sus entidades bancarias –con extraordinaria preferencia sobre las personas humanas, de las que se desatiende- es un país moralmente enfermo. Se diga lo que se diga, se quiera justificar como se quiera (con revestimientos de legalidad, razones de estabilidad económica, seguridad jurídica, etc.), ¡no tiene justificación moral!.
                Pero aún no menos inmoral es el alto grado de insensibilidad social mostrado por una sociedad autista, silente, embebida en su consumismo particular –de los que aún pueden-, que presa de una cultura individualista dominante, se desentiende del prójimo (no se considera el “guardián del hermano” –para evocar la dramática frase bíblica-), creyendo que jamás le afectará. ¡Grave error de cálculo…., tal como van las cosas…!. Pues resulta muy llamativo que una concentración de este tipo, que lo es desde la convocatoria de conciencia, sólo  mueva la conciencia de apenas unas decenas de personas, que además –y esto también no deja de ser significativo- se convocan en la puerta del Palacio episcopal (enclave del gobierno de la Iglesia local, a la que claman y no parece inquietarse), acaso sea para intentar mover a su jerarquía para que acabe de sintonizar con los aires de cambio romanos que está imprimiendo el Papa Francisco, no sin esfuerzo, incomprensión y resistencia de parte de su entorno.

                A ver si la Semana Santa, ya próxima, con su iconografía de la Pasión del Señor, del sufrimiento de Cristo por nosotros, nos hace más receptivos a poder sufrir por los demás, ayudarles, o cuanto menos acompañarles en ese sufrimiento, como lo hizo Jesús, a quien decimos seguir, aunque no sea de forma auténtica.

INTERESANTE CHARLA SOBRE ESPIRITUALIDAD FRANCISCANA DEL P. OLIVER


         El P. Francisco Oliver (OFM) ha dado una interesante charla sobre la espiritualidad franciscana,  en el convento franciscano de Sta. Catalina de Murcia, con ocasión de una reunión de franciscanos seglares de la provincia eclesiástica de Cartagena.
            Así, tomando por referencia el inigualable convento franciscano de Sta. Ana del monte en Jumilla, el P. Oliver ha ido presentando la cronología histórica del mismo, así como la simbología de la espiritualidad franciscana que en el mismo se contiene.
            Todo ello en el marco de meditación y reflexión cuaresmal dirigido a miembros de la Orden Franciscana Seglar a los que se ha dirigido refiriéndose con especial énfasis a la percepción franciscana de la Pasión de Cristo, en la que San Francisco puso especial atención por suponer uno de los momentos de mayor entrega amorosa de Dios al ser humano –mediante un abajamiento inmenso desde su deidad a nuestra humanidad, entregando su vida por amor-.

            Siguiendo con esa reflexión ha explicado el sentido y origen histórico del vía crucis, de los siete dolores de la virgen María, centrándose en la pasión y muerte de Cristo –con referencia a las imágenes del “Cristo atado a la columna”, del “Cristo de la reja” y del “Cristo de la sangre”, todas ellas imágenes de la pasión del redentor con un especial mensaje catequético a través de su observación iconográfica. Invitando a los presentes a meditar en el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo.