miércoles, 17 de diciembre de 2014

DE LA OPCIÓN ECLESIAL POR LOS POBRES

                        El P. Joaquín Sánchez acompañando a una desahuciada

La opción eclesial por los pobres está en la esencia del Evangelio de Jesús, de estar del lado de los pobres, de los que sufren, de los oprimidos, a los que el mundo no les hace justicia, para acompañarlos, asistirlos, ayudarlos, reducirles el sufrimiento, y practicar la auténtica caridad, que va más allá de “la limosna de la beatas”, de la mera retórica que llega a justificar hasta cátedras.
La opción eclesial por los pobres supone ver en el pobre, en el humillado, en el fracasado, en el que sufre al “otro Cristo”, al hermano sufriente, ante el que no cabe ponerse de perfil, mirar para otro lado, o recogerse en un espiritualismo inhumano y egoísta alejado de Cristo por más que desde el quietismo espiritual se le invoque.
La opción eclesial por los pobres supone también repensar la Iglesia estructural, jerárquica, autoritaria, de privilegios, clericalia antigua e hipócrita que dice amar a Dios –al que no ve- con los labios, pero le niega con el corazón.
Una Iglesia que ha de reconsiderar su camino en este mundo, como está siendo señalado por la autenticidad de no pocos de sus miembros, encabezados por el Papa Francisco, que ya dijo que en esta situación de grave crisis económica, de gente desahuciada de sus hogares, de inmigrantes sin techo, de crecientes desigualdades, tendría que abrir las puertas de conventos y lugares eclesiales para acoger toda esa pobreza desamparada. Algo que, desgraciadamente no ha sido acogido con carácter general en el seno eclesial, salvo honrosísimas excepciones como el acondicionamiento de un seminario vacío en Cataluña, o parecidas disposiciones generadas en Ávila, entre otras significativas medidas de auténtica caridad cristiana, de una Iglesia que es auténtica en medio de la inautenticidad.
Una Iglesia que ha de hacer denuncia profética de cuantas injusticias percibe en un mundo egoísta, inhumano, enloquecido por el consumo y la codicia, para buscar la justicia social entre todos los hombres, creados como hermanos por Dios, para lo que ha de ser valiente, pero también ha de ser auténtica abandonando posesiones, privilegios y signos de poder. Pues Jesús nació pobre, vivió y murió pobre.
Esa Iglesia que ha de clamar por unas leyes más justas, contra el desahucio bancario de casas de familias malogradas económicamente por el paro, de las que el Estado se desentiende, frente al poder de la banca a la que no reconduce en sus legítimos derechos de acreedora para obligarles a pactar alquileres sociales, o dotarse de mecanismos para que el Estado o las demás Administraciones Públicas se hagan cargo de esas familias facilitándole un hogar social, que haga efectivo el derecho constitucional a la vivienda.
La misma Iglesia que ha de acompañar y acoger a esos nuevos pobres y que ha de denunciar públicamente unas condiciones económicas globales injustas, facilitadoras de la especulación, la esclavitud humana y el fraude.

Al tiempo que debería de dar a conocer en toda su extensión las consecuencias morales del Evangelio de Jesús, en su ámbito individual y social, para que realmente se conozca con autenticidad el cristianismo, y lo que supone seguir a Jesús. Volviendo así a la frescura actual de un cristianismo primitivo netamente evangélico, cuyo resumen concretó Jesús en las Bienaventuranzas.

sábado, 6 de diciembre de 2014

EL PAPA FRANCISCO DA IMPORTANTES AVANCES TESTIMONIALES EN EL ECUMENISMO


La actitud sencilla, serena y abierta del Papa Francisco  está logrando acercamientos en el diálogo interrreligioso y en el proceso de acercamiento ecuménico, como lo muestran sus recientes viajes a Turquía y anteriormente a Tierra Santa.
En uno y otro viaje ha puesto de manifiesto su cercanía respecto de los hermanos separados, especialmente con las Iglesias de Oriente, para lo que ha contado con la inestimable comprensión y convergencia del Patriarca ortodoxo Bartolomé I, que tanto en el anterior viaje de Francisco a Jerusalén, como ahora en Turquía, se ha mostrado de acuerdo con el planteamiento de Francisco, por la unidad de los cristianos. Algo que aunque haya de tardar su tiempo, pues los tiempos de la Iglesia suelen ser lentos, en las actitudes de los máximos representantes de las Iglesias oriental y católica romana está patente.
Atrás quedaron las mutuas excomuniones, las intransigencias doctrinales, en definitiva el fundamentalismo fruto de la soberbia humana, que tanto daño reportó como pecado mutuo a ambas Iglesias que siguen a Jesucristo de forma no muy conforme con su mandato de amor y de unidad.
Por tanto, este aspecto, del que son conocedores Francisco y Bartolomé, no pasará desapercibido en sus orientaciones a las respectivas Iglesias para ir convergiendo progresivamente, en vez de vivir ignorándose en un público pecado que ha venido escandalizando históricamente a la humanidad.
Así, dado que las diferencias teológicas y doctrinales son mínimas, e incluso apenas perceptibles en la actualidad, más allá de las diferentes liturgias y comportamientos culturales, lo esencial es la comunión de espíritu que ambos dignatarios religiosos han manifestado y mantienen, por lo que supone un gran paso en el ámbito ecuménico hacia el muto entendimiento, comprensión y respeto; y acaso las diferencias puedan sostenerse, más como aspectos culturales (de oriente y occidente, respectivamente), que finalmente puede ser presentado como una diversidad dentro de la unidad de fe que en esencia se comparte, pudiendo perfilarse como un especial perfil carismático, o modo de peculiar de entender y vivir la fe en uno y otro ámbito.
De igual forma, también han sido exitosas las palabras de Francisco en Jerusalén ante el mundo judío e islámico, en relación con sus respectivas creencias religiosas, acogidas en tono de respeto, en la línea que el Concilio Vaticano II señaló como semillas del Verbo que también asisten y fecundan otras religiones, que siendo distintas a la nuestra, también participan por esas semillas en algunos de los valores humanos fundamentales de la fe de Cristo, especialmente en el judaísmo –que fue la fe en la que nació y vivió Jesús-, de la que el cristianismo consideramos que es la Nueva Alianza, que ratifica y perfecciona aquella Antigua Alianza de Dios con Moisés. En tanto que del islam Francisco ha llegado a decir que el Corán es un libro profético de paz, lo que no ha sido óbice para que repudiara el fundamentalismo islámico y especialmente su intransigencia y su violencia.
Finalmente, la visita al Parlamento Europeo del Papa Francisco ha sido una interesante experiencia en razón a la interesante alocución que les dirigió a los políticos de la UE postulando la defensa de la justicia social y de la paz, apremiándoles a acabar con las injusticias en el mundo; por consiguiente, este acercamiento al mundo gubernamental laico europeo ha sido otro importante logro de Francisco para posicionar a la Iglesia católica en la defensa de los valores de la persona en particular y de la humanidad en general, en demanda de la justicia que corresponde a toda persona en tanto que hija de Dios y digna de ello.

Por consiguiente estos viajes del Papa Francisco, que no resultan nada fáciles de acometer en un mundo complejo y convulso por las diferencias políticas, económicas, religiosas y sociales que lo fragmentan y dividen, son decididas acciones de distensión y cohesión que el mundo ha de reconocer al Papa en la importancia y alcance que tienen, al tiempo que para la Iglesia católica supone abandonar el puesto privilegiado de poder del viejo orden mundial, para mostrarse agente activa de la paz y la concordia que el Evangelio de Cristo le impone.