sábado, 29 de noviembre de 2014

EL TRIGO Y LA CIZAÑA


                La conocida parábola que expuso Jesús a sus seguidores hablándoles del trigo y la cizaña, que refiere el Evangelio de Mateo (Mt. 13, 24-43), con la subsiguiente explicación del Maestro, tiene plena actualidad desde siempre en la Iglesia, como resulta de los lamentables sucesos de escándalos de clérigos y religiosos sobre abusos sexuales a menores, o a cierta vida disoluta, como mala administración de los bienes terrenales, y el mal ejemplo, por la incoherencia manifiesta con el estado clerical, religioso, o simplemente creyente y seguidor de Jesucristo, en contra de los valores evangélicos que El predicó.
                Así por numerosos y lamentabilísimos que sean los escándalos, no es nada extraño a la condición humana, que ya previó Jesús con la advertencia que lanza en la conocida parábola evangélica, para advertirnos que no es oro todo lo que reluce, como tampoco hay que desecharlo todo, pues junto al pecaminoso –y hasta ilegal actuar- de algunos miembros de la Iglesia está la enorme cantidad de gente que ha dado la vida por los demás, desde las misiones en países paupérrimos, exponiendo la salud y la propia existencia, pasando por el testimonio abierto, claro y valiente de los que testimonian las exigencias evangélicas de justicia, de fraternidad y de verdad en ambientes hostiles a esos valores, que les suponen la persecución, a veces con castigos carcelarios, detenciones injustas, e incluso crímenes contra estos.
                El ejemplo lo tenemos los cristianos en la vida de Jesús, en su Evangelio, que todo seguidor del Maestro de Nazaret ha de asumir como itinerario de vida ordinaria para poder alcanzar la Bienaventuranza prometida, cooperando a la venida del Reino de Dios a este mundo, que cambie la faz de la tierra, de un modo de vida materialista, consumista, hedonista, hipócrita, egoísta con el hermano, y falaz en sus postulados.
                Pero especialmente, en la actualidad apreciamos que –en medio de la tormenta no estamos solos- la Providencia nos ha enviado un Pontífice que con clara determinación está corrigiendo rumbos torcidos, hablando claro sin ambigüedades para que todo el mundo lo entienda, pero sobre todo volviendo al lenguaje y testimonio del Evangelio de Jesús, que en no pocas ocasiones ha quedado opacado por el ritual eclesiástico, por la ley de la iglesia o de una moral no bien concebida, y por ciertas prácticas inconexas con el auténtico mensaje cristiano, e incluso con la realidad existencial circundante. Pero sobre todo, por el dominio absoluto estamental de una institución eclesial que se ha mostrado muchas veces inclinada hacia los privilegios e intereses terrenales, exhibiendo un poder temporal que encajaba mal con el encargo espiritual, que ha hecho gala de extraordinario poder de una cúpula eclesial sacerdotal que ha ignorado tradicionalmente al pueblo de Dios, salvo para ejercer el mando sobre este.
                Por eso, no podemos dejar de reconocer la extraordinaria e impagable labor que el Papa Francisco está haciendo a la misión de la fe en Cristo, y a la Iglesia, por cuanto está clarificando una turbia realidad enquistada por el silencio cómplice que apostaba por la impunidad y la negación de la realidad indeseada. Sólo desde el reconocimiento de la verdad, desde la apertura y desinfección de la herida, se puede empezar a hablar de curación, con drásticas y ejemplares medidas que eviten que la cizaña asfixie al trigo.

                Y para ello, no cabe dudar sobre la ejemplaridad de medidas de drástica ejecutividad, apartando a los victimarios, a sus cómplices y encubridores de las labores de confianza sobre la grey que les ha sido encomendada, pues no se puede dejar “el rebaño al cuidado de los lobos”. Dicho lo cual, hay que reconocer también que no todo el monte es orégano, y que la Iglesia y sus miembros han realizado y siguen haciéndolo una benemérita labor por la humanidad en el ámbito social, amén de  la misión espiritual, de guía de conciencias en los auténticos valores del Evangelio que tan alto aporte de humanidad y convivencia fraternal suponen si se ponen en práctica con autenticidad.

domingo, 9 de noviembre de 2014

EN MEMORIA DEL PÁRROCO DE BULLAS Y LOS FELIGRESES QUE LE HAN ACOMPAÑADO

            
    En la mañana de hoy domingo, día de la Virgen de la Almudena, ha llegado la noticia del fallecimiento de Miguel Conesa, presbítero y párroco de Bullas, junto con catorce feligreses que venían juntos de Madrid de visitar la tumba de la Madre Maravillas, Carmelita Descalza de Bullas, donde desde hace poco más de do meses Miguel fue destinado como párroco por el Obispo de Cartagena.
                A la tristeza por tan luctuoso suceso, por las víctimas y por el dolor de sus familias, se une el dolor por la pérdida de Miguel Conesa, al que tuve ocasión de conocer y tratar –aunque no en profundidad- en su etapa de coadjutor en la Parroquia de S. Bartolomé de Murcia,  años pasados.
                Miguel era una persona excepcional, educado, cordial, acogedor, muy humano, con una clara disposición de servicio, en la parroquia ayudó considerablemente al entonces párroco, Juan Sánchez –actualmente canónigo honorario de la Catedral de Murcia-, al que estaba muy unido y le era muy leal.
                Miguel estaba siempre dispuesto a atender a quien lo requiriera, desde el confesionario, desde la conversación y el consejo amistoso y cercano, hasta la petición de cualquier servicio litúrgico, pues Miguel era un gran sacerdote, con un profundo sentido cristiano de la vida y una recia espiritualidad.
                En las manifestaciones que han hecho a los medios de comunicación los ciudadanos y feligreses de Bullas, han referido el agrado que le tenían, la simpatía que se había granjeado Miguel en el poco tiempo que llevaba entre las gentes de Bullas, que reflejan su actitud de servicio, acogida y acompañamiento que mantenía habitualmente sobre la feligresía, el pueblo cristiano y las personas en general. Era una persona de gran humanidad.
                Lamentamos mucho este desenlace, por todas la víctimas y sus familias, y en particular porque no volveremos a coincidir con Miguel en esta vida, aunque tenemos la esperanza, sustentada en la fe en Cristo –como la tenía Miguel- de la vida eterna, de la que esta vida es la antesala, un paso previo, en la que seguro que están Miguel y los que el Señor ha llamado con él en este trágico suceso, de manera que le haya concedido llevar a su grey a su presencia divina, como la condujo por este mundo. Y sobre todo, la esperanza del reencuentro de todos ante Dios por toda la eternidad.

                ¡Descansen en paz!.

sábado, 1 de noviembre de 2014

TENSIONES ECLESIALES EN EL ÚLTIMO SÍNODO DE LA FAMILIA


En el Sínodo sobre la Familia convocado por el Papa Francisco, para escuchar a la Iglesia sobre la actual situación de la familia en el mundo, y la posible adaptación eclesial a alguna de las nuevas realidades familiares, se ha producido un profundo y polémico debate, que pone de manifiesto importantes diferencias en el propio seno de la Iglesia en cuanto a determinadas concepciones del depósito de fe y su aplicación a nuevas realidades humanas.
Algo que el Papa Francisco ya sabía desde su convocatoria, y que probablemente por ser consciente de esas diferencias de percepción y criterio, convocó el referido Sínodo en la necesidad de reflexionar en el interior de la Iglesia sobre las nuevas realidades familiares, que han de motivar un análisis y debate para su acometida y acercamiento pastoral.
Sabido es que resultan cuestiones complejas, desde el punto de vista humano –con el consiguiente sufrimiento, que conlleva cualquier ruptura matrimonial, ruptura del amor y fracaso del proyecto matrimonial y familiar concreto, con rostros de personas sufrientes, muchos de ellos hermanos en la fe-, pero no menos complejas desde el punto de vista doctrinal, si se quiere apostar por una línea de infalible ortodoxia, que lleva quizá a deshumanizarse, y por paradoja, a descristianizarse. Acaso por aquello que la perfección no es humana, aunque hayamos sido llamados a la perfección en Cristo, por su gracia y puro don de su liberalidad, pues sin El, nada somos, como dijo el apóstol Pablo.
Pero no es menos cierto, que junto con el nuevo mandamiento del Amor, Jesucristo infundió una ética de misericordia a todo el comportamiento cristiano, se reunió con pecadores, no rehusó el conflicto con la legalidad, apelando al Espíritu, frente a la letra de la ley, sin por ello necesariamente derogar la ley, sino como bien dijo, a darle pleno cumplimiento, en el marco del Amor a Dios y a los hombres, en un marco de misericordia y de perdón.
Resulta pues, considerar el tema en ese contexto (de misericordia, de perdón, de acompañamiento, de no rechazo, de no juzgar, de aliviar sufrimientos al hermano que los padece, de evitar que se pierda). Por consiguiente, en ese contexto entendemos al Papa Francisco, que ante todo se siente Pastor de sus ovejas (las que Dios le ha entregado) para que no se pierda ninguna, y así ha decidido de forma valiente abordar un tema vidrioso y difícil como es la consideración de las nuevas realidades familiares, y en particular de los divorciados vueltos a casar, cuya situación de irregularidad nadie ignora, pero frente a la posición legalista de reprobación, e incluso rechazo farisaico, el Papa Francisco y la mayoría de los padres sinodales asumiendo tal situación, hacen primar la consideración de la misericordia y del amor, invitando a no juzgar al prójimo sino a cuidarlo, quererlo y acompañarlo, sea quien sea, y esté como esté, a facilitarle que pueda acercarse a la “Casa del Padre” a “curar sus heridas” de las dificultades de la vida, y a implorar el perdón de Dios.
En esta situación, ¿quién legítimamente está en condiciones de negarle su participación en la “Mesa del Padre”?, ¿sobre qué pretexto de pureza moral y espiritual se le niega la convocación a la “Mesa paterna”, cuando el mismo Jesús nos dijo que lo impuro no es lo que nos hace daño (lo que viene de fuera), sino lo que tenemos en el corazón cada persona?, ¿quién se atreverá a lanzar la primera piedra, asumiendo estar libre de pecado, juzgando y condenando en el nombre de un Dios que es Amor y Misericordia?.
Por tanto, este valiente y decidido gesto del Papa Francisco en hacer reflexionar a la Iglesia sobre estas difíciles cuestiones, que se mueven en sutiles líneas de pensamiento y obra, no es sino uno de los primeros pasos para volver a la Iglesia ante Cristo, para conocerle mejor, y seguirle mejor. Esta Iglesia del S.XXI tiene que volver sobre Cristo y dejar el legalismo farisaico, y el doctrinarismo de la falsa seguridad que posterga la humanidad sufriente de Cristo.

Naturalmente, toda reflexión sobre cuestiones complejas que afectan a replanteamientos de vida y doctrina, suelen ser no menos complejos, e incluso a no pocos les genera el vértigo de la duda ante un cambio de rumbo o tratamiento de determinadas cuestiones que se reconsideran de forma distinta, pero esa angustia de la incertidumbre, de la inseguridad, el cristiano ha de llevarla a la oración, primando la misericordia y mostrándose criatura ante el Amor de los Amores, que nos sostiene y nos muestra su camino. Por lo que no debe de escandalizarnos, ni preocuparnos que haya algunos padres sinodales inquietos y conmovidos con novedosos abordajes que no acaban de compartir o ver. El Señor se los irá haciendo ver, e incluso nos mostrará a todos el camino con el discurrir del tiempo, hasta su manifestación definitiva, según nuestra fe y nuestra esperanza.