domingo, 25 de agosto de 2013

EL EXTRAÑO NOMBRAMIENTO DE UNA INDISCRETA ASESORA VATICANA


El Papa Francisco, en su ánimo de reformar la situación económico-administrativa de la Curia vaticana, creó una Comisión de Expertos constituida por 8 técnicos –de entre los cuales sólo hay un sacerdote-, y del que forma parte una arrolladora treintañera italiana y ascendencia árabe, que muchos sitúan en el ámbito del Opus Dei, se llama Francesca Immacolata Chaouqui, que venía trabajando para la prestigiosa firma Ernest & Young.
Hasta ahí, todo correcto. Pero  la polémica se ha formado con unas indiscretas declaraciones de la joven Francesca en internet que han incendiado los comentarios de la red, dado que se le atribuye haber catalogado de corrupto al Cardenal Bertone,  alabando en otros comentarios de la red al supuesto filtrador de los escándalos Vaticanos, refiriéndose a Nuzzi, agradeciendo su labor.
Tal es  así, que al parecer se ha retirado su cuenta de Twitter. Al tiempo que no pocas personas consideran inadecuado tal nombramiento por obvias razones de indiscreción, además que no se sabe muy bien, el motivo de que se le incluyera en dicha Comisión ante la existencia de numerosos candidatos que probablemente hubieran respondido mejor al perfil del encargo papal.
Sin embargo, los demás miembros de la Comisión son: Joseph Zahra, economista maltés, Mons. Lucio A. Vallejo Balda, sacerdote español,  Enrique Llano, especialista en economía sanitaria de origen español, dos managers franceses, un alemán, y un ex general y ex ministro de Exteriores de Singapur católico, George Yeo.
Con todo, no faltan los críticos con el Papa Francisco que –estando inicialmente inclinados a mantener los privilegios curiales y a no hacer cambios- consideran que la designación de Francesca ha sido un error del Papa, dando a entender que supone una precipitada decisión, análoga a la que puede tomar con las previstas reformas.

Esperemos que este probable error, que más que del Papa estaría en su entorno próximo, le sirva para elegir con mayor cautela su equipo de colaboradores próximo, pues falta le va a hacer rodearse de personas de confianza para poder acometer las difíciles tareas que tiene que abordar para que se cumpla su anuncio de cambios y simplificación de la maquinaria burocrática eclesial, de forma que el Vaticano deje de ser un reino medieval y entre en la modernidad como la auténtica Iglesia de Cristo volviendo a las fuentes judeo-cristianas y a la sencillez y coherencia evangélica.

sábado, 17 de agosto de 2013

SÓLO 1/5 DE LOS CONTRIBUYENTES ESPAÑOLES INDICÓ EL PAGO A LA IGLESIA CATÓLICA


Según datos oficiales revelados, sólo una quinta parte de los contribuyentes españoles reseñó en su declaración de la renta que se le hiciera pago a la Iglesia Católica de la aportación oficial, lo que vino a ascender a la cantidad de 230 millones de euros.
La pregunta inmediata sería: ¿en qué ha quedado “la España católica”?. Pues resulta un dato bastante clarificador del alcance sociológico de los católicos en nuestro país, que habiendo abandonado la declaración confesional del Estado como católico –propia del régimen franquista-, por una de aconfesionalidad estatal en la Constitución de 1978, han bastado algo más de tres décadas para dejar situada la entidad estimativa de la comunidad católica en un 20% de los contribuyentes, lo que fijaría en una estimación análoga de católicos practicantes, que viven su fe, aunque la cifra de “católicos nominales” (bautizados) sea ostensiblemente superior, pero también se encuentre en cifras sociológicamente menguantes.
Naturalmente estos datos reflejan también, además de una desafección importante de la ciudadanía española sobre la Iglesia católica, la subsiguiente merma de poder e influencia pública de esta, que a tenor de estos datos, estimamos que incluso se encontraría sobrevalorada públicamente.
A este dato indicado, habría que añadir que el porcentaje de contribuyentes que indicaron su intención de colaborar con organizaciones sociales –distintas de la Iglesia- fue del 34,7%. Dándose el dato de contribuyentes que reseñaron su indicación de ayudar a la Iglesia Católica y a Organizaciones Sociales de forma conjunta que se cifró en el 14,6%; en tanto un 29,6% se abstuvo de hacer cualquier indicación.
¿Cabría deducir de tales datos un incremento de una general, progresiva y silente apostasía de la Iglesia católica?. Creemos que en rigor, no se puede llegar a tal conclusión, pues más bien aparenta un progresivo alejamiento de la práctica religiosa, quizá subsiguiente a una carente o defectuosa catequización, que apenas supondría una fe embrionaria, esclerotizada ante una cultura dominante materialista y hedonista de porte puramente existencial que colapsa el mensaje evangélico sino se vive conforme a la madurez personal y de fe en un ámbito comunitario, que no siempre facilita la propia Iglesia, aún escorada a un planteamiento de fideísmo dogmático, tradicionalista y conservador, y en no pocos casos ensimismada en su propia estructura clerical jerárquica, a la que la ciudadanía de la postmodernidad da la espalda, pues apenas le aporta nada de interés para su vida.
Por consiguiente, ante este dato preocupante, revelador de una masiva desafección del mundo laico sobre una Iglesia clericalizada, que aparenta y acaso anticipa la profetizada apostasía general, debería reaccionar la Iglesia –como parece estar haciéndolo el Papa Francisco, auténtica elección del Espíritu- con una seria y profunda reflexión, retomando el proceso iniciado en el Concilio Vaticano II (parado por el miedo). Pues si bien es cierto que la Iglesia no es una ONG, no es menos cierto que tampoco es una “monarquía medieval”.

Así que urge una auténtica conversión eclesial y personal del catolicismo, para que se produzca el ulterior encuentro de la cristiandad en el Evangelio que Jesús nos anunció, auténtica fuente de fe, esperanza y caridad, que dotaría de coherencia y credibilidad esa nueva evangelización de la que tanto se habla, y tampoco avanza. Responsabilidad que siendo de todos los cristianos, precisa un cambio urgente en las mismas entrañas de la propia Iglesia institucional, empezando por la jerarquía (que habrían de mostrarse más cercanos al pueblo de Dios, auténticos Pastores), prescindiendo de poder, patrimonio e influencia socio-política, restableciendo la vida comunitaria de los primeros cristianos, poniendo en marcha un auténtico catecumenado de adultos, facilitando la vida comunitaria de la fe en el ámbito parroquial, la participación activa del laicado, la comunicación y convivencia de los distintos carismas eclesiales al servicio del Evangelio de Cristo y de una Iglesia de base, que sólo así puede recuperar la confianza de las personas (creyentes y no creyentes, católicos y no católicos, cristianos y no cristianos) en la misma, en su convivencia fraternal, y en la caridad por amor a Dios y a los hombres.

¡Hay que simplificar todo lo que los siglos han complicado, que en definitiva han contribuido a ocultar el mensaje de Cristo, mucho más que a mostrarlo..!.

sábado, 10 de agosto de 2013

LA CANTADA VUELTA DE CAÑIZARES A ESPAÑA


Se baraja, de fuentes bien  informadas, la próxima vuelta a España del Cardenal Antonio Cañizares, para reemplazar en el arzobispado de Madrid a su hermano en el colegio cardenalicio, Antonio Rouco –que se jubilaría por edad-, de esta forma Cañizares escaparía a la “tijera de Bergoglio” en su pretendida “poda curial”, a la vez que ostentaría los blasones de una importantísima sede arzobispal.
Así al júbilo de la jubilación de Rouco, que en su archidiócesis e incluso al frente de la Conferencia Episcopal ha representado las tesis más conservadoras e inmovilistas de la Iglesia española, al punto de flirtear inconvenientemente con la derecha política, haciendo bloque con ella en su particular batalla moral contra el aborto y los matrimonios homosexuales de la torpe legislatura socialista de Zapatero, aunque sus coyunturales aliados de pancarta cuando accedieron al poder se olvidaron del cardenal Rouco y sus secuaces.
Aunque aquel no parece haber olvidado sus inclinaciones conservadoras a ultranza, manifiestas en un gobierno antipastoral en lo eclesial, y en un atrincheramiento de la derecha política en sus medios de comunicación públicos (la Cope, TV popular y 13 Tv), cuya línea editorial en lo político ignora toda la doctrina social de la Iglesia y se alinea en el bloque neoliberal del denominado “tdt party”.
Por consiguiente el cese del cardenal Rouco –que es doble: tanto en la archidiócesis de Madrid, como al frente de la Conferencia episcopal española-, sería además consecuente con los nuevos tiempos eclesiales anunciados por el Papa Francisco, del que se espera –además de la “poda curial”- un giro en el gobierno eclesial que haga a la Iglesia más coherente para ser creíble, y genere una actitud más pastoral en su clero, consecuente con el evangelio de Cristo.
Pero el relevo de Rouco por Cañizares no nos parece que sea ese cambio esperado, pues este es más de lo mismo, ya que –aunque haya cambiado su lenguaje público últimamente- se le recuerdan sus intervenciones públicas al frente de la archidiócesis de Toledo, de la que marchó a Roma, en forma poco prudente con una invasión del terreno político evidente en defensa de tesis tradicionalistas (baste recordar su anodina afirmación de que “España era un bien moral”, que recordaba lo que unidad de destino en lo universal, y aportaciones por el estilo). Claro que eran otros tiempos eclesiales –que le valieron el pretendido ascenso al capelo cardenalicio, y su acceso a la “Roma curial”).
Su labor en la Curia romana ha sido más que prescindible por exigua y escasamente fértil, ya que no se conoce ninguna novedad doctrinal de su paso al frente de máximo órgano de la liturgia eclesiástica. Como tampoco se le conocen grandes frutos pastorales en sus destinos episcopales de Ávila, Granada y el ansiado primado de Toledo, aunque en el primero auspició la Universidad de Ávila en sus inicios, como apoyó la UCAM murciana dada su amistad personal con Mendoza. Y es que en todos los destinos de Cañizares se traslucía la idea de tránsito, de interinidad, como también parece haberlo sido el de Roma.
Y aunque al Papa Francisco le venga bien quitárselo de encima y darle una airosa salida de la Curia, tal parece un “despeje político”, más que eclesiástico, de un Papa que tanto reivindica la autenticidad, lo pastoral, el servicio y la sencillez; dado que siendo así, no parece que su hombre en Madrid sea Cañizares, aunque astutamente ha cambiado el léxico aparentando aperturismo e imitando al Papa, pues aún tenemos en la memoria a un ceremonioso Cañizares ataviado cual príncipe eclesial como cardenal medieval con una cola de varios metros de larga, para pompa y regocijo humano de Cañizares y sus pelotas.

De ahí que la grey española ande tan confundida que al final no sepa distinguir dónde se encuentran los auténticos lobos si en el aprisco eclesial o fuera de él. Algo que el Papa habría de despejar con la mayor urgencia precisamente por la “cura de almas” que le están confiadas.

domingo, 4 de agosto de 2013

AÑO JUBILAR SANTIAGUISTA EN PLIEGO


Dentro de las conmemoraciones religiosas tradicionales, se encuentran las celebraciones de años jubilares, que en últimamente han proliferado por doquier con apoyo episcopal. Tales jubileos vienen a plantear durante un tiempo la conveniencia de peregrinación al lugar del jubileo, en que tras la práctica religiosa determinada (oir Misa, confesión, y donación económica) se propone “ganar el jubileo”, que conlleva el logro de indulgencias que reducen o condonan las penas del pecado.
Sin embargo, la práctica de las indulgencias eclesiásticas, no sólo se plantearon históricamente con una finalidad recaudatoria para acometer la ingente empresa eclesial de construcción de catedrales, y demás templos eclesiásticos, y además teológicamente pronto tuvieron la –más que razonable contestación de Lutero y del mundo de la reforma protestante-, en cuanto a su difícil encaje evangélico de las mismas. Además que con ello, la jerarquía eclesiástica le viene a quitar el puesto al mismo Dios, tarifando una especie de perdón del pecado a través de unos ritos eclesiásticos y el pago de limosnas canjeables por el prometido logro del perdón que conllevaría el acceso a las promesas celestiales.
Tales prácticas, que muchos no ven justificadas evangélicamente, sino que por el contrario, pudiera recordar el mismo “pecado de simonía” (o negocio de oficios sagrados), que viene denunciado claramente en la Biblia, además pudieran dar una errónea interpretación de la vida de fe cristiana, pues se utiliza arteramente la idea evangélica de misericordia divina para el perdón de los pecados, sobre el medio de unos requisitos rituales y económicos, que se alejan de la auténtica conversión de corazón que es la que se deduce en los testimonios de Cristo como adecuada para ganar el perdón de los pecados, por la misericordia de Dios, que contempla en el interior del hombre el arrepentimiento y la conversión de corazón, y lo abraza como al hijo pródigo que vuelve a la Casa del Padre.
Por consiguiente, no se entiende del todo bien, en nuestro tiempo –especialmente tras el Concilio Vaticano II-, que se siga manteniendo y haciendo hincapié por parte de la Iglesia oficial en prácticas jubilares (de práctica medieval, ya criticada por los motivos expuestos), en vez de emprender una auténtica evangelización adaptada a los tiempos actuales de la Iglesia, que ha girado hacia las fuentes evangélicas (desde el Concilio Vaticano II), y mucho menos que se siga apelando al apóstol Santiago, como a su orden militar medieval en lucha contra el musulmán.
Si la Iglesia quiere poner en práctica el auténtico mandamiento cristiano del “amor fraterno”, habría de empezar también por desarrollar las tesis ecuménicas que hicieron fortuna en el fenómeno conciliar Vaticano II, respecto de lo cual, los últimos pontífices (Juan Pablo II y Benedicto XVI) llevaron a la práctica eventos ecuménicos de oración en Asís, en recuerdo de la actitud de San Francisco de respeto y acogida de toda persona, fuera cual fuera su religión.

Así pues, contemplamos este nuevo año jubilar de forma un tanto artificial en el ámbito pastoral, que se añade a otros que se vienen celebrando de forma habitual en la diócesis de Cartagena en los últimos años, y de los que algunos llegan a pensar que su sentido auténtico, más que pastoral, responde a una apelación a las tradiciones del lugar para lograr ingresos extraordinarios a la Iglesia local.